
Como habrán apreciado, a estas alturas de la vida, mi marido y yo ya conformamos un matrimonio liberal que practicamos todo tipo de sexo: intercambios, tríos, y muchos juegos sexuales. Después de nuestros tímidos comienzos, y de constituir un matrimonio muy formal y tradicional, descubrimos que el goce erótico y la búsqueda del placer total es el mejor método para evitar el estrés y las tensiones del mundo. Creo que no hay mejor forma de mantenerse vital y con espíritu jovial, que la práctica constante del amor.
A la semana de aquel candente encuentro con Sandra, (que fue un hito muy importante en nuestras vidas), tuve una noche en que experimenté un sueño sexual muy caliente y excitante, tanto que la sábana debajo de mi coño se había mojado de los jugos liberados, y me levanté muy animosa. Como Carlos se marcha a trabajar antes de que yo me levante, no pude saciar mi apetito antes de que se fuera y me pasé todo el día de lo más caliente y deseando follar. Solamente pude refregar mi vulva, con mis manos, mis dedos, logrando en lugar de atenuar mis ansias, que ellas aumentaran. Antes de que viniera mi marido a la noche tuve tiempo de imaginar todo tipo de fantasías eróticas (cuando no?) y una sobre todo me excitó más de lo que estaba, así que decidí llevarla a cabo esa noche.
Cuando volvió Carlos a casa, ya tarde, le dije que se vistiera pues me apetecía salir a cenar por ahí y tener una noche de juerga, le expliqué que durante el día había tenido una fantasía y que me proponía llevarla a cabo, pero que no me preguntara nada y dejara que los acontecimientos se desarrollaran, y me llevara la corriente en todo lo que le pidiera. Los ojos le brillaron, pues ambos entendemos y sintonizamos en nuestra búsqueda del placer total.
Me vestí con un conjunto de minifalda cortísima que se pone como un pareo, con lo que resulta muy fácil de abrir o de quitar y una camisa que se abre con broches y que también es muy fácil de abrir o quitar.
En el restaurante, mientras cenamos, acaricié a mi marido por debajo de la mesa con el pie, sintiendo como su polla se iba endureciendo. Me quité, disimuladamente, mis bragas, dándoselas y diciéndole que las tocara para que viera lo mojadas que estaban. Él se excita cada vez más, lo que advierto tanto por su mirada como por la presión que noto en mi pie de su polla.
Al salir del restaurante, en el coche, le digo: "Vamos a hacer un juego, llévame a la discoteca, aquella que fuimos hace unos días, que tiene los rincones oscuros, donde nos metimos al yacuzzi, te acuerdas, pero al llegar me dejas entrar a mí sola y tú vuelves al cabo de una hora más o menos, haz como si no nos conociéramos y sigue los acontecimientos que se desarrollarán".
Entro sola en la discoteca, como hemos acordado. Me dirijo a la barra y pido una vodka con naranja. Antes de que me lo sirvan ya se han acercado varios tipos con la intención de conquistarme. Como ninguno de ellos me parece lo suficientemente atractivo, les ignoro y me dirijo a una de las mesa con sofás, en uno de los rincones más oscuros de toda la discoteca. Después de beber dos o tres tragos, muy animada como supondrán, salgo a la pista, poniéndome a bailar sola con movimientos sensuales. Enseguida me rodean tres jóvenes que se ponen a bailar a mi lado. Uno de ellos, alto, moreno, con ojos negros intensos y con una sonrisa encantadora me gusta nada más verle. Bailo con él, y los otros se retiran. Cuando llega el rato de los bailes lentos, me acerco a él, le rodeo el cuello con mis brazos y apoyo la cara en su pecho, dejándome llevar. Me besa suavemente en la boca, yo le respondo metiéndole la lengua y apretando mi cuerpo contra el suyo, notando el bulto de su polla en el pantalón y apretando fuerte mi pubis contra ella, a lo que él responde apretándome todo entera y acariciando toda mi boca con su lengua. Después de bailar unos dos bailes le digo: "Vamos a sentarnos un poco en la mesa donde tengo la copa, que tengo sed". Nos vamos a la mesa, de camino él le pide una copa a un mozo con el que nos cruzamos. En la mesa nos sentamos juntos y después de que trajeran su copa y de beber unos cuantos tragos, me rodeó el cuello con su brazo, inclinándose sobre mi y besándome ardientemente, de nuevo. Yo respondí a su beso, todavía más atrevidamente y le toqué la verga por encima del pantalón, donde se notaba el bulto que formaba su excitación. Al sentir mi mano acariciándole, Juan, que así se llamaba, me empezó a acariciar los pechos, mientras continuábamos besándonos y después dirigió su mano a mi coño desnudo, que encontró bien dispuesto a las caricias, mojado y abierto como estaba... (Continuará)
A la semana de aquel candente encuentro con Sandra, (que fue un hito muy importante en nuestras vidas), tuve una noche en que experimenté un sueño sexual muy caliente y excitante, tanto que la sábana debajo de mi coño se había mojado de los jugos liberados, y me levanté muy animosa. Como Carlos se marcha a trabajar antes de que yo me levante, no pude saciar mi apetito antes de que se fuera y me pasé todo el día de lo más caliente y deseando follar. Solamente pude refregar mi vulva, con mis manos, mis dedos, logrando en lugar de atenuar mis ansias, que ellas aumentaran. Antes de que viniera mi marido a la noche tuve tiempo de imaginar todo tipo de fantasías eróticas (cuando no?) y una sobre todo me excitó más de lo que estaba, así que decidí llevarla a cabo esa noche.
Cuando volvió Carlos a casa, ya tarde, le dije que se vistiera pues me apetecía salir a cenar por ahí y tener una noche de juerga, le expliqué que durante el día había tenido una fantasía y que me proponía llevarla a cabo, pero que no me preguntara nada y dejara que los acontecimientos se desarrollaran, y me llevara la corriente en todo lo que le pidiera. Los ojos le brillaron, pues ambos entendemos y sintonizamos en nuestra búsqueda del placer total.
Me vestí con un conjunto de minifalda cortísima que se pone como un pareo, con lo que resulta muy fácil de abrir o de quitar y una camisa que se abre con broches y que también es muy fácil de abrir o quitar.
En el restaurante, mientras cenamos, acaricié a mi marido por debajo de la mesa con el pie, sintiendo como su polla se iba endureciendo. Me quité, disimuladamente, mis bragas, dándoselas y diciéndole que las tocara para que viera lo mojadas que estaban. Él se excita cada vez más, lo que advierto tanto por su mirada como por la presión que noto en mi pie de su polla.
Al salir del restaurante, en el coche, le digo: "Vamos a hacer un juego, llévame a la discoteca, aquella que fuimos hace unos días, que tiene los rincones oscuros, donde nos metimos al yacuzzi, te acuerdas, pero al llegar me dejas entrar a mí sola y tú vuelves al cabo de una hora más o menos, haz como si no nos conociéramos y sigue los acontecimientos que se desarrollarán".
Entro sola en la discoteca, como hemos acordado. Me dirijo a la barra y pido una vodka con naranja. Antes de que me lo sirvan ya se han acercado varios tipos con la intención de conquistarme. Como ninguno de ellos me parece lo suficientemente atractivo, les ignoro y me dirijo a una de las mesa con sofás, en uno de los rincones más oscuros de toda la discoteca. Después de beber dos o tres tragos, muy animada como supondrán, salgo a la pista, poniéndome a bailar sola con movimientos sensuales. Enseguida me rodean tres jóvenes que se ponen a bailar a mi lado. Uno de ellos, alto, moreno, con ojos negros intensos y con una sonrisa encantadora me gusta nada más verle. Bailo con él, y los otros se retiran. Cuando llega el rato de los bailes lentos, me acerco a él, le rodeo el cuello con mis brazos y apoyo la cara en su pecho, dejándome llevar. Me besa suavemente en la boca, yo le respondo metiéndole la lengua y apretando mi cuerpo contra el suyo, notando el bulto de su polla en el pantalón y apretando fuerte mi pubis contra ella, a lo que él responde apretándome todo entera y acariciando toda mi boca con su lengua. Después de bailar unos dos bailes le digo: "Vamos a sentarnos un poco en la mesa donde tengo la copa, que tengo sed". Nos vamos a la mesa, de camino él le pide una copa a un mozo con el que nos cruzamos. En la mesa nos sentamos juntos y después de que trajeran su copa y de beber unos cuantos tragos, me rodeó el cuello con su brazo, inclinándose sobre mi y besándome ardientemente, de nuevo. Yo respondí a su beso, todavía más atrevidamente y le toqué la verga por encima del pantalón, donde se notaba el bulto que formaba su excitación. Al sentir mi mano acariciándole, Juan, que así se llamaba, me empezó a acariciar los pechos, mientras continuábamos besándonos y después dirigió su mano a mi coño desnudo, que encontró bien dispuesto a las caricias, mojado y abierto como estaba... (Continuará)
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