lunes, febrero 06, 2012

Te llevo bajo la piel


Sobrecogedora en tu mansedumbre. Diáfana. Cautivante. Dulce y tibia, te entregabas a las caricias con sosegada docilidad. Era la síntesis de la ternura. Encantamiento y fascinación. Éramos capaces de construir un oasis donde estuviéramos.
¿Lo sabes, verdad? Claro que sí, y estás segura de ello, lo leí muchas veces en tu mirada. Cuando te quejabas de que no cerraba mis ojos al besarte. Quería darte la certeza que sólo mirarte, provocaba el motín de todos mis instintos. Mi corazón se inflamaba por completo cada vez que mis ojos atrapaban cada imagen de tu piel, y ansiaba quedármela para siempre. Tus respuestas tampoco dejaban dudas y el incendio de nuestra piel, pronto nos consumía en un torbellino exquisito.
Amarte, por ello, no fue difícil, dejarte en cambio, me costó un mundo. Y lágrimas en la soledad y en el silencio doloroso de tu ida. Pero de no hacerlo, tu piel terminaría abandonándome por mi incapacidad de amarte como tu merecías. Te perdí, pero gané tu imagen permanente en mi alma, en mi vida entera. A estas alturas, eso es sólo un premio de consuelo, pero por tenerte, mi vida cambió, ya para siempre. Solo sé que te amo y a pesar de eso, te dejo. Mantenerte solo sería posible a costa de construir una jaula para ti. Y los ángeles no pueden ser prisioneros. Ni siquiera del amor. Aunque pude quitar mis ojos de ti, seguiré llevándote bajo mi piel.

lunes, mayo 04, 2009

Macarena (un aporte de Ramses, un faraón part-time)


Tiempo atrás conocí a un muchacho llamado José, que estudiaba educación diferencial. Por mi forma de ser, la gente rápidamente me permite entrar a su intimidad, así que a pesar que él es varios años menor que yo, terminamos entablando una amistad bastante sincera...

Un día, para juntáramos y tomarnos unas cervezas arreglando el mundo, me pidió que lo pasara a buscar a una escuela de ciegos (la verdad es que no se si es la única), donde estaba realizando un trabajo con niños con déficit visual. Así que al llegar lo llamé por celular y él me dijo que volviera en una hora o lo esperara ya que se iba a demorar, y como no tenia donde ir decidí esperarlo.

Estaba tranquilo sentado en un rincón haciendo la hora hasta que llegara mi amigo, cuando de repente una chica viene directamente hacia mi guiada por su bastón. Yo rápidamente intento pararme para salirme de su camino, pero con tan mala suerte que resbalé y quedé desparramado en el suelo.

- Me rindo... me rindo...- digo entre risas intentando ponerme de pie.

Ella también rió con una risa clara y su voz produjo una sensación extraña en mi pecho lo que hizo que me detuviera.

- Ya me había dado cuenta que estabas ahí - dijo mientras se detenía frente a mi y plegaba su bastón.

En ese momento mire su cara y me di cuenta que era realmente hermosa.

Su tez era blanca, su nariz respingada y unas pequeñas pecas le daban un aire travieso.

Usaba un chaleco blanco ceñido y un pantalón de tela café oscuro que en conjunto realzaban sus curvas, que por lo demás no eran pocas. Lo que más me llamó la atención, es que no usaba lentes oscuros como los otros ciegos que había visto allí y sus ojos parecían normales excepto por que los mantenía fijos girando la cabeza completa cuando le hablaba.

- Eres Alex, ¿no? - y me dirigió una sonrisa que me hizo olvidar que todavía seguía en el suelo.

- Si, y si no lo fuera también diría que sí - dije cerrando un ojo... inútilmente.

“ Es difícil ser sutil con una chica ciega”, pensé, “mejor... así no caigo en tentaciones “

- "José me pidió que te acompañara mientras terminaba con los chicos – me dijo, mientras yo me levantaba, a la vez que promovía a José de la categoría de simple amigo a la de hermano carnal... y mas allá....

- ¿Cuál es tu nombre? - dije mientras tomaba mi bolsón y me lo colgaba del hombro.

- Macarena -

Hasta su nombre era perfecto... y para mi sorpresa en ese momento no me importo que fuera ciega, ya ni siquiera me parecía un defecto...

Ella empezó a desplegar su bastón y yo sin pensarlo dije:

- ¡No!, tomate de mi brazo mejor.

- Gracias, puedo sola... - dijo cortante y pensé rápidamente la manera de salir del embrollo

- Pero yo no, con lo tonto que ando capaz que me pierda - y sonreí - ¡plis! - agregué con voz de niño al darme cuenta que no servían las sonrisas coquetas

Al parecer mi tono bastó, porque ella sonrió y extendió su mano hacia mi buscando mi brazo y yo rápidamente la tome para guiarla.

Su piel era suave y el contacto de su mano en la mía se me antojo demasiado agradable. Así que para prolongar este contacto dije sin soltarla

- En realidad no sé cómo hacerlo, tendrás que enseñarme -

- Pon mi mano en tu codo y me tomare de tu brazo - mientras decía esto una de sus manos se posó en mi cara y empezó a pasar la punta de sus dedos por mi rostro como si de una caricia se tratara.

- Permiso... - dijo con una sonrisa

- Ya lo estás haciendo así que sigue - y guié su otra mano hacia mi boca para demostrarle que estaba sonriendo.

Cuando termino se aferró a mi brazo y comenzamos a caminar hasta una banca en el patio interior de la escuela. Conversamos todo el rato y aproveché para preguntarle que relación tenía con José y me dijo que solo eran amigos. Al rato llego mi socio con ganas de tomarse las chelas así que se acabo todo.

Cuando nos estábamos despidiendo, pregunte a Macarena si podía pasarla a buscar algún día para seguir conversando y ella accedió, yo no cabía en mí y (medio atontado por la emoción) me despedí de ella con un beso en la mejilla.

Cuando íbamos saliendo mi amigo me abraza y me dice -Ella es como mi hermana, si le haces daño... te mato - y después se larga a reír como para alivianar la amenaza.

Así que con Macarena quedamos primero un día después dos y después prácticamente nos veíamos todos los días.

Ella había perdido la visión ya siendo una niña, por culpa de un tumor que a pesar de ser benigno era hasta el momento inoperable, por lo que conocía los colores y las formas. Así que parte de nuestro tiempo me dedicaba a leerle novelas y algunos poemas sentados en el pasto de algún parque sabiendo que su imaginación lograba transportarla a esos lugares como si los viera.

La verdad es que nunca había conocido a alguien como ella y aún ahora los recuerdos de aquellos días me llenan de una nostalgia que me es difícil expresar con palabras. A mi mente llega el recuerdo de un día en especial, llevábamos saliendo algo mas de un mes, y yo no me había atrevido a pasar más allá de un beso y algunos roces "casuales" a su anatomía, ya que hasta ahora nos habíamos juntado solo en lugares públicos. Ese día mi vieja se había ido de vacaciones y mi hermano no iba a llegar, así que prepare una cena en mi departamento como sorpresa y la invité con la condición que yo mismo la iría a buscar y a dejar a su casa cuando termináramos.

Cuando llegue a la puerta de su casa se veía esplendida, se había puesto una faldita plisada cortita y una blusa blanca que trasparentaba su busto cubierto por un sostén de encaje blanco. Subimos al auto y ella se arrimo a mi brazo todo el camino permitiéndome sentir su cuerpo como pocas veces me había atrevido. Después de comer y con una copa de vino nos sentamos en el sillón junto a la ventana. Puse una luz tenue para sentirme en ambiente y una música suave, y cuando me senté ella volvió a arrimar su cuerpo al mío y con la punta de sus dedos comenzó a acariciar mi cara como la primera vez que nos vimos.

- Me gusta tu cara de niño chico... - y cuando yo iba a empezar a protestar diciendo que tenía más de 25 y que de cabro chico me quedaba poco, ella cerró mis labios con un beso.

Su boca parecía hecha de miel y sus besos parecían transportarme a otro mundo. Mis manos por instinto comenzaron a recorrer su cuerpo por encima de su blusa. Sin dejar de besarme, los dedos de Macarena comenzaron a abrir mi camisa y a recorrer mi pecho. Sus caricias eran tan delicadas y su piel tan suave que me producía un cosquilleo, además sus manos recorrían uno a uno mis músculos y me di cuenta que además de las caricias estaba memorizando mi cuerpo.

- Cuando me enseñarás a hacer eso... - dije casi sin pensar

- Hacer que - dijo extrañada

- Recorrer así mi piel, da la impresión que te estás grabando cada centímetro... y eso me gusta... -

- Si... quiero recordarte siempre - dijo con una risita y siguió con su trabajo

Ya que estábamos en esa, puse mis manos en su rodilla y lentamente comencé a recorrer el camino de sus muslos debajo de su falda. Ella me dejo hacer y cuando iba a llegar a su sexo, ella cambio de posición y comenzó a besar mi pecho dejando mis manos demasiado lejos para terminar mi recorrido por sus muslos. Así que empecé a abrir la blusa de Macarena mientras rozaba la piel expuesta de sus pechos con las puntas de mis dedos imitando la forma como ella lo había hecho en mi piel.

- No me has mostrado tu pieza - dijo al fin cerrándose un poco la blusa

- No me lo habías pedido - dije mientras la tomaba de la mano y la conducía lo mejor posible por el pasillo.

La dejé que recorriera mi habitación hasta sentirse a gusto, mientras yo eliminaba todos los obstáculos que se me habían pasado del orden al que había sometido mi pieza. Realmente ella se veía hermosa recorriéndola y memorizándola, con su blusa abierta y su faldita meciéndose al son de sus pasos.

Cada vez que me agachaba a recoger algo, la vista sublime de sus piernas y sus glúteos blancos como la nieve me subyugaba. Ella, de alguna extraña forma pareció en un momento darse cuenta de lo que estaba haciendo por que se sentó en mi cama mientras decía - Ya... Mucho... ven acá para hacerte un poquito de cariño... - su expresión era picara y eso me provocó que mi libido se encendiera.

Comenzamos a besarnos otra vez y ella saco la parte de arriba de mi camisa.

- Déjame tocar tu espalda - dijo y yo me estire en la cama bocabajo

Ella comenzó a recorrer suavemente la piel de mis hombros con sus dedos produciéndome una sensación extraña pero agradable, y yo para darle espacio desate mi cinturón. Realmente no sé cómo, pero en un momento me di cuenta que estaba en slip y ella se montó a horcajadas en mi espalda, dedicándose a recorrer mi cuerpo con sus labios, sus pechos desnudos y su vientre. La sensación era indescriptible ya que estaba ocupando todo su cuerpo en sus caricias y podía notar el delicado roce de su sexo en mi espalda a través de la delicada tela de su calzoncito. Mi cerebro parecía que iba a colapsar de tantas sensaciones nuevas y perdí otra vez la noción del tiempo... o mejor dicho no deseaba que este pasara...

De repente algo me saco del paraíso.

- Quiero que conozcas mi mundo - dijo deteniéndose abruptamente

- ¿Ahora? - mi voz sonó decepcionada

- Vamos, no creo que te arrepientas... tráeme un pañuelo y apaga las luces -

Con extrañeza busque un pañuelo y después apague la luz.

- Todas - me dijo así que salí y apague todas las luces dejando el departamento completo en una total oscuridad. También cerré las cortinas de la habitación para evitar que se colara la luz de los faroles. Ella se levantó de la cama y comenzó a hacer algo que no podría precisar, salió de la habitación y volvió al rato.

- Ven acá - me dijo y yo me senté a tientas otra vez en la cama ya que mis ojos no se acostumbraban a la oscuridad todavía.

Macarena me colocó el pañuelo a modo de venda, cuidando de mantener mis oídos libres y se alejó un poco de mi.

- No había mucho pero algo encontré - dijo y apoyo mi cabeza en su regazo. Mis manos comenzaron a acariciarla y para mi sorpresa me di cuenta que se encontraba desnuda.

- Tranquilo... déjame a mi - y separó mis manos de su cuerpo

Acerco un pecho a mi cara y lentamente empezó a jugar con la punta de su pezón sobre mi rostro. De inmediato una erección abulto mi slip, y no sé bien como, pero ella pareció notarlo

- ¿sientes algo? - dijo

- se siente rico..... - al decir yo eso se retiro y comenzó a pasar un objeto redondo y algo áspero por mi cara.

Un fuerte olor a naranja inundo mis fosas nasales y la textura rugosa de la cáscara comenzó a hacer cosquillas en mi nariz

- ¿Y eso? - dije extrañado

- también se siente rico ¿no? -

- No es lo mismo - realmente estaba extrañado

- ¿por qué?... ¿cuál es la diferencia? - su voz me pareció similar a la que usaba mi profesora de básica cuando me tomaba la lección...En todo caso eso también contribuyó a mi calentura.

- Porque es rugoso y huele a naranja... en cambio tu piel es suave y... - y en ese momento comprendí... no había puesto atención a que olía su piel, ni tampoco a que sabia...

- Déjame ver a que huelen tus pechos -

Me levanté y tanteando llegue a ellos. Los pechos de Macarena tenían un olor dulce y sutil, mezcla del aroma de su piel y el delicado perfume que ella usaba. Saque mi lengua y con mucha suavidad probé el sabor salado de la piel de sus pezones dándome cuenta de cada sutil diferencia. Cada vez que encontraba algo distinto iba comentando uno a uno mis descubrimientos en su oído con una voz suave y vibrante. Me sorprendía la facilidad con que se formó en mi mente una imagen cada vez mas detallada de cada parte por la que pasaba con mis labios, pero a esta imagen estaba superpuesta con olores y sabores lo que hacía que el cuerpo de Macarena pareciera escapar a las tres dimensiones que normalmente estamos acostumbrados, produciéndome una sensación de vértigo.

Cuando iba por su vientre el olor de su piel cambió drásticamente y el sabor salado se incrementó, hace rato que Macarena daba pequeños gemidos, especialmente cuando me acercaba a su cuello para comunicarle mis descubrimientos. El nuevo aroma de su piel era agradable y despertó una parte de mi cerebro que no creí tener. De pronto me sentí increíblemente excitado pero como no deseaba que esto acabara, solo me contenté con recorrer con la punta de mis dedos el camino hasta su sexo para tocarla un poco. No me sorprendió en nada comprobar que estaba mojada y el contacto de mis manos en esa zona produjo un estremecimiento en todo el resto de su ser.

- Muéstrame tu espalda - dije y ella se puso boca abajo

Con mucho cuidado comencé a morder su oreja y respirar en su cuello. Con mis labios rocé la piel de sus hombros para luego seguir lentamente por su espalda a través de su columna vertebral. Macarena comenzó a revolverse emitiendo pequeños grititos pero yo no presté atención, deseaba recorrer cada centímetro de su cuerpo así que sin prisa barrí su espalda y sus caderas mientras con mis manos acariciaba su vulva.

De repente ella se dio vuelta y dijo desesperada

- Basta, Alex... - algo me dijo que no estaba del todo bien y toqué su rostro... Este estaba húmedo, y eso me extrañó...

Saque el pañuelo de mis ojos y la vi en la penumbra. Se veía maravillosa con su carita triste y sus ojos fijos de muñeca.

Extendió sus manos buscando mi cara y yo las agarré en el aire y las besé con ternura, luego seguí por sus brazos y salté a su boca húmeda y dulce.

Con el movimiento del beso la deposité dulcemente en la cama y comencé a recorrer con mis manos su cuerpo sin dejar de besarla.

Aquel olor sutil volvió a su piel, así que comencé a bajar con mis labios por su cuello, sus pechos, su vientre y su sexo...

Cerré los ojos y hundí mi cabeza entre sus piernas. Mis labios parecían tener vida propia y por primera vez me atreví a embriagarme con el olor a hembra directamente de su fuente. Para mi sorpresa no encontré ningún olor desagradable, es más, en aquel momento mi libido se disparó y comencé inconsciente a recorrer todos sus recovecos con mis labios y mi lengua.... Macarena se revolvía como intentando separarme y por otro lado me enterraba con sus manos profundamente en su ser mientras gemía.

Un orgasmo descomunal se apoderó de su cuerpo y cuando todo acabó me agarró del pelo y sin importarle nada me plantó un beso con desesperación tumbándome de espaldas. Apenas tuve tiempo de colocarme el condón cuándo ella se enterró violentamente en mi miembro y empezó a moverse furiosamente mientras gemía. Sus pechos se bamboleaban con un compás frenético y yo apenas conseguía mantener su ritmo. El segundo orgasmo fue cosa de segundos y este fue tan terrible e intenso como el anterior.

Yo pensaba que había tenido suficiente pero ella se siguió moviendo... Y esta vez fue diferente, la cadencia de sus caderas cambió y puso una de sus manos en mi rostro suavemente, mientras con la otra se apoyaba en mi vientre. Yo puse mis manos en sus pechos y ella aprovechó este apoyo extra para acelerar el ritmo de sus caderas y agregarle un movimiento circular.

El movimiento me empezó a volver loco y ella al notarlo, lo aceleró lo más que pudo. Al parecer ella estaba esperando mi éxtasis porque inmediatamente comenzó a gemir y a restregarse cada vez más. La expresión de su cara cambió y en ese momento me perdí en el placer de mi orgasmo mientras sentía como ella alcanzaba el placer por tercera vez.

Ella cayó rendida en mis brazos y lentamente comenzó a sollozar de nuevo...

Una vez más besé sus labios intentando disipar sus fantasmas, pero ella me separó.

- Me voy a operar fuera de Chile - dijo sin que yo comprendiera bien a qué se refería.

- Estaré aquí esperándote... -

La verdad es que después de tamaña noche me sentía capaz de cualquier cosa por ella... No sé si realmente estaba enamorado pero si sentía un poco de miedo al pensar que podía perderla.

- No voy a volver... lo decidimos con mi familia...

Ante esa noticia no supe realmente que contestar así que preferí callar...

- Me tengo que ir - dijo ella mientras tanteaba en busca del lugar donde había dejado ordenada su ropa.

- No voy a dejar que esta noche termine así... - dije y mientras me ponía en su camino y colocaba sus manos en mi cara para que notara mi expresión.

- Que te vayas es inevitable... pero déjame intentar convencerte que regreses - y sonreí pícaramente con su mano aún en mi rostro.

Luego le di un beso largo y tierno... y la guié al baño.

Macarena se fue de mi vida un par de meses después, para no regresar jamás....

miércoles, abril 29, 2009

Bendita mariposa


La primer feromona que fue identificada (en 1956), era un poderoso atrayente sexual para las mariposas del gusano de seda. Un equipo de investigadores alemanes trabajó 20 años para aislarla. Después de extirpar ciertas glándulas de la punta del abdomen de 500.000 mariposas hembras, extrajeron un compuesto curioso. Una cantidad más que diminuta de este compuesto, hacía que las mariposas macho golpearan las alas locamente, en una "danza agitada". Este signo claro de que el macho había sentido al atrayente, le permitió a los científicos purificar la feromona. Paso a paso, removieron las sustancias extrañas y redujeron dramáticamente la cantidad de atrayente necesario para provocar la danza agitada.
Cuando, por fin, obtuvieron una feromona químicamente pura, la denominaron "bombykol", por la mariposa del gusano de seda, "Bombyx mori ", de la cual fue extraída. Esta feromona decía, "¡ven a mí!", desde distancias enormes. "Se ha calculado que si una sola mariposa hembra liberara de repente todo el bombykol de su saco, en una sola rociada, teóricamente podría atraer a un trillón de machos en un instante", escribió Lewis Thomas, en "Las vidas de una célula".
Las feromonas humanas del sexo son sustancias naturales que el cuerpo exhala, en determinadas situaciones y que contrariamente a lo que se piensa no tienen un olor perceptible, a pesar de provocar reacciones en los demás, a través del olfato, influyendo en las relaciones entre los sexos, a partir de potenciar el deseo sexual.

La clave de la seducción personal, radica en las feromonas naturalmente sintetizadas, en mayor o menor medida, en todas las personas. El secreto de desarrollar al máximo el poder de atracción, está en desencadenar los mecanismos que estimulan la producción natural de feromonas en el organismo.

Por otra parte, las feromonas son las responsables de que sintamos una especial atracción sexual por determinadas personas, independientemente de otros factores de conocimiento o relación previa. Algo que explicaría también el llamado "amor a primera vista".

jueves, abril 16, 2009

Un sillón especial





¡Vaya invento! imagino uno en mi despacho, en mi dormitorio. Què comodidad no? Se me ocurre un amplio panorama de posibilidades. La descripción del dichoso mueble es tentadora, lo pueden ver aquí. Sugiero que escriban proponiendo historias o escenas sobre el mueble....

martes, abril 14, 2009

Final de un feliz cumpleaños



Estuvimos un rato tendidos en el suelo, esperando que el reposo nos restituyera las energías. Las chicas se reían y susurraban cosas, mientras bebían de sus copas. Parecían dos distendidas amigas, naturales y sin pudores. De no mediar su esplendida desnudez, nada habría de inquietante en la escena. En un momento, Erika se acercó a Silvia, como diciendo algo a su oído. Los ojos de mi mujer, delataron que había algo más. La boca de Erika, se deslizó por la mejilla de Silvia, lentamente, y se detuvo en los labios de mi mujer. Un beso largo las unió. Y luego, no sólo sus labios se acariciaban. El beso comenzó a juntar sus lenguas, en un frenético beso, apasionado como el que más. Las energías de ambos machos, nos llegó en un solo click, ante semejante e inesperado espectáculo. El ver a nuestras parejas, abrazándose, besándose y tocándose enteras, desesperadas, alejadas en ese momento de nuestra presencia, fue un detonante. Era como si no existiéramos.

Recostadas ahora sobre el sofá, nos entregaban el más exquisito retrato lésbico. Los dos cuerpos magníficos se brindaban las mejores y originales caricias. Sus bocas se recorrían mutuamente, sus manos se dedicaban a recorrer cada rincón de su piel, sus piernas se entrelazaban, se separaban, se oprimían, se abrían. Silvia, desenfrenada, cogió a Erika, la tumbó de espaldas y separando sus muslos, hundió su rostro en el triangulo perfecto de Erika. Espectadores privilegiados, veíamos la lengua que se deleitaba en la piel húmeda de su amiga, penetrando por primera vez la rosada cavidad, que destilaba los jugos del placer, luego la lengua de Silvia lamió el néctar, siguiéndolo con delicadeza hasta el oscuro rincón entre las nalgas de la compañera, donde se sumían los efluvios. Erika se dejaba hacer, gozando en cada embate.

De repente Silvia me dijo en alta voz: Ven para que te cojas este manjar delicioso, amor, haz lo que desde que viste por primera vez a Erika, quisiste hacer….

Me levanté como un resorte, y pude ver una vez más, el delicado sexo de Erika, lubricado y ardiente. Abierto y apetecible. Mi lengua acarició aquél fabuloso túnel, y Silvia hizo lo mismo. Ambos teníamos a la mujer, allí, con sus muslos extremadamente abiertos, saboreando al unísono toda su delicia. Erika, gemía de placer. De reojo, observé a Pedro, que se frotaba su arma, acicateado por la visión de su mujer devorada por nosotros.

Silvia observó lo mismo, y sin decir nada, me dejó sumido en Erika, bajando hacia el piso. Avancé sobre Erika y comencé a besar y lamer su cuello, mientras mi verga se posesionaba de su sexo, sus muslos me lo apretaron suavemente, y me susurró al oído:

- Es verdad que me deseabas?

- Si – Le contesté – desde que te vi por primera vez me impresionaste, tienes un cuerpo precioso, el besar cada rincón tuyo, es una regalo precioso. Tu cola me volvía loco y tenerlo para mi, es un manjar.

- Pues hoy es tu día de suerte, hoy probarás todo lo que te gusta de mí.

Inmediatamente sujetó mi pedazo duro y comenzó a introducirlo en su hinchada y húmeda vulva.

Estaba totalmente mojada y poco a poco me iba abriendo paso con mi pene que estaba que quería partirse de dureza. Ella se encontraba encima de mí y me cabalgaba como un jinete profesional, sus movimientos cada vez más profundos y fuertes se convirtieron en una fuente de placer, que la hicieron agitarse en un orgasmo intenso.

Mientras nosotros disfrutábamos de una unión profunda, Silvia se la estaba pasando de lo mejor con Pedro, y de vez en cuando escuchaba sus gemidos, esas señales de placer, bien conocidas por mí.

Erika se separó de mí bruscamente y se arrodilló justo enfrente de mí, dándome su espalda, mientras con sus manos separaba sus grandes nalgas.

- ¿Qué esperas? – Me preguntó - ¿Acaso no era mi cola una de mis prendas preciadas por ti? Ven y cógemelo que hoy es mi regalo especial para ti.

Y sin más dilación me acerqué a aquella redondez excelente, una cola esculpida a mano, rosada y exuberante. Ella llevó un dedo a su boca y lo untó de saliva, para enseguida humedecer, en un ademán exquisito, el maravilloso orificio que yo, no cesaba de admirar. No pude contener mi lengua, que de modo instintivo se precipitó a lamer ese presente que se ofrecía tan generoso. La punta de mi lengua trasgresora hurgó en ese preciado foramen.... mmmm, qué delicia. Fueron unos segundos apenas, pero para ella significaron una motivación extra, manifestada en quejidos y ayes de sensualidad inquietante. Presenté mi lanza palpitante en su ranura estrellada y poco a poco fui haciendo presión sobre ella. Se arqueaba y se movía suavemente, mi polla iba ganando terreno poco a poco, gemido a gemido, la sacaba y volvía a arremeter, hasta quedar al fin, completamente dentro de ella. La presioné con firmeza, procurando que sintiera mi dureza, hasta lo más profundo. Entonces comencé a moverme más fuerte, mientras ella me correspondía los movimientos con otros más intensos. No podía creer que aquellas nalgas tan codiciadas, hoy estaban siendo mías. La sensación era espléndida, su culo presionaba todo mi pene como si quisiera hacérmelo estallar.

A nuestro lado, en la alfombra, Silvia comenzó una seguidilla de quejidos, revelando que no dejaba de tener un orgasmo tras otro. La cara de placer de ambos provocó que estuviera a punto de explotar en Erika, situación que notó, y se retiró de su posición para tenderse en el piso boca arriba y me dijo:
- Ven que todavía te falta darme algo que también te gusta de mí. Y señaló sus grandes y firmes pechos.

Me arrodillé sobre su vientre, y allí sobre mi cabalgadura preciosa, comencé a refregar mi verga entre sus pezones. Era una vista excelente, su rostro encendido, sus ojos mirándome embobada. De vez de cuando alternaba los movimientos, y le introducía mi carne en su boca, la que abría, alojándome con pasión, besaba y lamía con sapiencia. De pronto ya no pude más y comencé a derramar mi leche, sin control sobre sus pechos. De mi verga brotaban chorros calientes, mientras yo hacía esfuerzos para no gritar de placer. De la escena habían sido testigos Pedro y Silvia, alertados por el frenesí de nuestra cabalgata. Silvia no pudo contenerse y en un arrebato de lujuria extrema, se acercó para lamer todos mis jugos sobre los pezones de Erika.

Los cuatro terminamos durmiéndonos, Erika y Pedro, abrazados sobre la alfombra, Silvia desparramada sobre el sofá. Cuando desperté. Erika y Pedro, estaban a punto de irse, Silvia me llamó para despedirlos. Saludé a mi amigo y le comenté que había sido una gran noche, luego me acerqué a Erika y le dije:

-Te debo agradecer por hacerme pasar el mejor cumpleaños de mi vida.

-No me agradezcas a mí, agradécele a Silvia, que supo leer mis deseos, porque no eras tú el único que quería esto…, sin duda, ha quedado claro que todos deseábamos algo así. Y no te preocupes, que mi cumpleaños no está lejos, estoy segura que ustedes sabrán regalarme algo interesante. Y diciendo esto me dio un beso suave en mi cara y se despidió de mi mujer, agradeciéndole por la noche maravillosa. Y así terminó mi cumpleaños número 28.

Silvia me sonrió guiñándome un ojo, nos abrazamos y subimos a nuestro dormitorio.

jueves, abril 09, 2009

Mi cumpleaños. Parte II


Mi tarea era un desafío. Comencé rozando sus muslos con mis manos, y cuando mi boca hizo lo mismo, dejó escapar un gemido, le besaba los muslos y le pasaba la lengua mojada por toda su piel, no quedó lugar de sus piernas por donde no pasara mi boca, pero había algo que me atraía... aquel aroma… el perfume de sus pliegues húmedos, se desprendía como vapor en el aire, inundando mi nariz. La miré y me le acerqué poco a poco, con mis dedos me fui abriendo camino y la punta de mi lengua comenzó su faena, un túnel precioso, rosado, suave y del sabor preciso, el toque justo para un sibarita como yo. Me extasié en aquella joya de su cuerpo, mi lengua fue recorriendo sus labios lentamente y en cada movimiento terminaba en su botoncito ardiente y erguido, lamiendo, mordisqueando con sapiencia, y tironeándolo delicadamente. Los gemidos leves de Erika, me indicaban, como un faro de placer, que los movimientos eran los indicados para llegar a puerto. Erika se estremecía y yo notaba cómo su respiración aumentaba, sus pechos se agitaban en latidos cada vez más intensos.

Silvia y Pedro se brindaban una al otro, con no menor entusiasmo. La boca de mi mujer, curtida en mil batallas, entregada a culminar su mejor obra, hacía retorcerse de placer a nuestro amigo, que, solícito y agradecido, acariciaba los pechos de Silvia, excitándola hasta el límite. Observé por segundos, como la lengua de Silvia recorría lujuriosa, los rincones del hombre, mientras con una mano, envolvía las cargadas bolsas de Pedro. Luego se besaron con deseos desatados y entre beso y beso miraban como Erika gozaba con mi rostro entre sus piernas, abiertas desmesuradamente. Un grito de Erika, los separó, era un grito de placer desfalleciente. Comenzaba a tener un orgasmo y lo disfrutaba al máximo. Fue un instante breve, inflamado, sin dejar de gemir y con su rostro sudoroso, lamiendo sus labios, me tendió en la alfombra, con un movimiento brusco y dominador, al que yo no puse resistencia. Su boca jugosa bajó a mi sexo, y aferrándolo con ambas manos a la vez, dio inicio a una tortura genial, plena de sensaciones gratificantes. Silvia hizo la misma maniobra, y en un segundo, tuvo a Pedro, a escasa distancia de mi, sentándose a horcajadas sobre él, entregándole sin remilgos, la pletórica y ardiente gruta de su vulva al disfrute de su lengua. Las dos parecían estar disputándose un trofeo, compitiendo y tratando de demostrar quién chupaba mejor las virilidades que la excitación nuestra, levantaba frente a sus labios. En esa competencia las dos eran ganadoras, las dos chupaban con infinita maestría, dando y obteniendo placer. Erika se tragaba toda mi hombría, me devoraba por entero, llegaba hasta los confines de su garganta y lo sacaba luego, para reiniciar su absorción, en un ritmo frenético, pero lleno de experiencia. Sus manos no se quedaban quietas tampoco y me masajeaban con suavidad, haciendo que mi mente estallara. Silvia se dedicaba con fruición, a similar labor sobre Pedro, que se deleitaba a su vez, horadando, con su lengua la zona más íntima de mi mujer. Las manos del hombre entreabrían las nalgas de Silvia, y yo advertía en el rostro de ella, que el goce recibido era lo que ella anhelaba. Sin duda, estaba recibiendo la justa proporción de lo que a su vez entregaba.

La escena era de película. La música, la tibieza del ambiente, los sonidos de besos, el roce de la carne, creaban una atmósfera sin igual. Y como en una obra teatral, de final ya escrito, en un fugaz momento, Pedro y yo, no pudimos aguantar el dulce castigo a que éramos expuestos. La lava ardiente de los machos surgió a borbotones, las bocas de nuestras mujeres intercambiadas, recibían el justo pago de sus atenciones máximas. La leche se derramaba generosa, por las comisuras de sus labios. Ambas se miraron, desafiantes, risueñas, satisfechas por la labor cumplida. Y en un juego atrevido, comenzaron a untar sus pechos con el néctar que se resbalaba por su piel, sus pezones duros, recibieron la crema caliente. Reían, complacidas y excitadas aún, mientras los machos derrotados, yacíamos entre sus piernas. A sus pies, como esclavos, sometidos, pero felices de haber sido víctimas sacrificiales de su rito erótico.

Silvia, susurró una especie de reclamo: no descansen, mira que falto yo, mi amor...

Muy a nuestro pesar, no pudimos más que implorar un intermedio... (Continuará...)

martes, abril 07, 2009

Mi cumpleaños feliz


Era mi cumpleaños y en la noche de ese día me encontré la sorpresa que mi pareja había invitado a unos amigos en común que también son pareja… Erika, la mujer de mi amigo es rubia, alta, con unos tremendos pechos que rompen un poco la armonía de un cuerpo de marcada cintura, en que su trasero, parece trazado por un artista, qué cola más hermosa… Recuerdo que la primera vez que la vimos, con Silvia, mi pareja, nos llamó la atención, y esa misma noche, mientras jugábamos en nuestra cama, hicimos muchos comentarios y nos excitamos fantaseando con ella, metida en nuestro lecho. Así, el consolidar las amistades, fue como natural, pero sabiendo muy bien nosotros, que secretamente, anhelábamos profundizar los encuentros. Y digo profundizar en el más cabal y turbio de los sentidos. Pedro, mi amigo, no le iba en zaga a su mujer. Si primero fue ella la que nos motivó sueños eróticos, él, por expresa picardía de Silvia, no tardó en meterse también en medio de nosotros, en fantasías que seguí, disfrutando de la libidinosa imaginación de mi mujer. Y allí estábamos ahora, celebrando los cuatro, nada menos que mi cumpleaños. Las burbujas del champagne, lo distendido de la conversación, la compañía agradable de las notas del piano de Oscar Peterson, daban un entorno muy grato. Así las cosas, en un momento, Silvia llamó a Erika a un lado, marchándose ambas a la cocina. Luego de un rato, en que nosotros nos fumamos unos habanos en la terraza y cambiamos el espumante por sendas copas de brandy, aparecieron ellas, con uno de esos juegos como el metrópolis pero de adultos. Pasamos a la sala, donde ellas comenzaron a explicar las reglas del juego, Pedro y yo nos mirábamos con desconcierto, yo no podía creer lo que estaba ocurriendo y poco a poco me fui excitando con la idea de jugar y ver lo que pasaba. Sin preguntar si estábamos dispuestos a jugar, las dos juguetonas comenzaron a repartir las fichas y un dado para cada jugador. Silvia me miró y dijo, el homenajeado comienza a tirar. Tiro el dado y me sale un 5, es una casilla de Tigre y salto a la casilla 10 donde está el otro tigre. Era el turno de Silvia, y sacó un 3, la casilla decía "Bésale en la espalda" y era una casilla de dos, por lo que escogió uno de los papelitos con los nombres de los jugadores y ahí estaba yo… que suerte la mía. Me desabrochó la camisa, mientras los amigos aplaudían y reían, Al sentir aquellos labios sobre mi espalda, calientes y provocadores, una corriente eléctrica se deslizó desde mi nuca, hundiéndose y llegando directamente a mi zona sensible, causando una lenta pero sostenida erección que, por instantes traté de disimular. Un minuto estuvo Silvia besándome la espalda, mientras me rodeaba con sus brazos y con sus dedos acariciaba mis pectorales, yo me sentía en el cielo y no hacía más que expresar el relajo. De pronto, terminó con su “penitencia” y me miró con sus ojitos, con esa mirada tan especial que pone cuando estoy sobre ella, y me dijo: te gustó verdad? Y veo que logré lo que quería, amor… sonriendo ladinamente.
El turno siguiente, luego de hacer nuevos brindis, fue de Erika. Yo creo que todos pensamos algo parecido en el mismo instante que ella cogió el dado con su mano derecha, y comenzó a moverla, lentamente, sonriendo y mirándonos a todos, simulando, en el aire, el grácil ademán de una masturbación. Ufff, por lo menos a mi, me hizo en un segundo imaginar de golpe, un mundo de posibilidades. Solo desee que le saliera una penitencia conmigo. Miré a mi mujer, y en su mirada, brillaba la mejor de las fantasías. Pedro, miraba a su mujer, extasiado, sus ojos revelaban también una historia común, de seguro llena de complicidades, que pronto yo anhelaba conocer.
Cerré mis ojos, haciendo fuerzas para que saliera una prueba interesante. El dado se soltó de la mano de Erika y rodó tres veces marcando finalmente el seis. Nuestros ojos esperaban, mientras ella leía la tarjeta respectiva.
Ah, nooo, exclamó Erika, no, no puedo hacer eso¡¡.
Pero qué es?, le dijo Silvia, no te puedes arrepentir ahora, amiga¡
Como respuesta Erika le entregó la cartulina:
aquí sale ¡que debe hacer un strip tease hasta quedar en ropa interior¡. ,, declaró mi mujer.
Hubo una risa general, mientras Erika, un poco azorada, tomó su copa y apuró el trago. Al ritmo cadencioso de la música, comenzó a moverse sensualmente, pidiendo que atenuaramos la luz de la habitación. Parecía toda una profesional, suave y seductora, se acercaba a Pedro, y le rozaba con sus dedos la cabellera. Giró y se refregó con su cola exquisita, en una rodilla de su hombre, era una situación muy caliente. Como en una rutina ensayada, Pedro le desabrochó su falda, descorriendo el cierre, La prenda resbaló a sus pies, sobre sus botas negras. La imagen que emergió fue espectacular cual Venus de Boticcelli, la piel tersa de sus muslos, la redondez perfecta de su cola, su vientre sin una pizca de grasa, enfundada en una prenda mínima, apenas dos triángulos de tela negra, unidos por delgados cordones, muy reveladores de la magnificiencia de su generosa piel. Estaba allí, magnífica, a nuestra vista. Yo embelesado. Mi mujer, brillando sus ojos, Pedro, con la boca entreabierta. Luego, fue el momento de la blusa, que rauda, desapareció y surgieron, su par de pechos gloriosos, cubiertos, retenidos por un hermoso y erótico sostén, en el mismo tono que su calzón. Aplaudimos al unísono. Una reacción instintiva y no concertada. Las risas y un nuevo brindis, coronaron a la reina del momento. Sin dejar de sonreír, consciente de su éxito, Erika se sentó, entre su hombre y yo. No se preocupó de vestirse, pero si de anunciar que era el turno de Pedro. Yo sólo pensaba en el pedazo de mujer que tenía a mi lado. No me percaté del resultado de la tirada, ni de la lectura de tarjeta. Cuando las risas surgieron, mi mente volvió a la realidad. Pedro estaba de pie, y todos me miraban. La penitencia, ¡en realidad era un premio! ¡consistía en besar durante treinta segundos los pechos de una jugadora, que se eligió de los nombres, adivinen: el nombre era ¡Silvia! De ahí, las miradas que me dirigían. Silvia me miraba, y noté que el brillo de sus ojos, era más intenso que antes.
Buenos amigos, si estamos en el juego, dije. Y como festejado, estimo que no hay concesiones, asi que adelante pues amigo, suerte y disfrútelo, jajaja. Mi mujer me dirigió una sonrisa seductora y agradecida.
Erika, también me miró y con sus ojitos verdes, parecía decirme que era la decisión correcta. Su pecho latía, y advertí, en una visión audaz, sus pezones erguidos, destacándose bajo su sostén.
Pedro se inclinó delante de mi mujer, y no sin cierto recato al principio, comenzó a desabotonar la blusa de Silvia. Fue una tarea breve, y las manos de mi mujer, ayudaron, prestas, a deshacerse de su brassier, los pechos turgentes de mi pareja, saltaron delante de los ojos de Pedro, los pezones rosados, que tan rápidamente reaccionaban a mis besos, esta vez, no habían requerido de mis labios, estaban duros, enhiestos, desafiantes, dispuestos a pagar o cobrar lo que indicaba el juego. Todos murmuramos algo, manifestando aprobación total a la imagen cimbreante del hermoso par, que se ofrecía.
Pedro acercó su boca. El pezón derecho fue absorbido por mi amigo, lentamente, y Silvia cerró sus ojos. Las manos del hombre se unieron a la labor, mas allá de lo ordenado por el juego, pero nadie reparaba en ello. Y Silvia, comenzó a gemir quedamente. La lengua de Pedro, ágilmente se desplazaba de un pezón al otro, sus manos los estrechaban, permitiendo en un solo beso, comerlos a ambos a la vez. Mi mujer, aferró la cabeza de Pedro, guiándola para que no cesara el placentero recorrido.
Entre mis piernas, luchaba por soltarse, mi cautivo, duro y caliente. Ya no disimulaba mi erección. No era necesario ya.
Miré a Erika. Estaba absorta, mirando como su hombre se solazaba en esos pechos ajenos. Y una de sus manos comenzó a acariciar sus propias turgencias, debajo de su prenda. La otra, bajó a su sexo, abriendo sus piernas. Sus dedos se refugiaron en su rinconcito cubierto. Sus ojos, también se cerraron y su cabeza se echó atrás sobre el respaldo del sofá.
Fue el momento en que mis manos se soltaron de mi control y actuaron. Una se deslizó a los pechos maravillosos, levantando el sostén, y encontrándose con los dedos de Erika. El pezón de la mujer estaba durísimo, alzado y caliente. Mi otra mano, se unió también a la de Erika, bajo su calzón. La humedad de su sexo, bañó de inmediato mis dedos, que autorizados, acariciaron sin tapujos esos pliegues portentosos. Su propia mano me guió, para entreabrir su piel cuidadosamente depilada, suavísima. Sus piernas se alzaron y se deshizo, voluptuosamente, del brevísimo calzón. Mis dedos comenzaron a entrar, por su fabulosa gruta rosada, justo en el momento en que de reojo, observé que Silvia despojaba a Pedro de su pantalón, y asía, gozosa, el erguido miembro del hombre, frente a su boca... (Continuará...)