martes, abril 07, 2009

Mi cumpleaños feliz


Era mi cumpleaños y en la noche de ese día me encontré la sorpresa que mi pareja había invitado a unos amigos en común que también son pareja… Erika, la mujer de mi amigo es rubia, alta, con unos tremendos pechos que rompen un poco la armonía de un cuerpo de marcada cintura, en que su trasero, parece trazado por un artista, qué cola más hermosa… Recuerdo que la primera vez que la vimos, con Silvia, mi pareja, nos llamó la atención, y esa misma noche, mientras jugábamos en nuestra cama, hicimos muchos comentarios y nos excitamos fantaseando con ella, metida en nuestro lecho. Así, el consolidar las amistades, fue como natural, pero sabiendo muy bien nosotros, que secretamente, anhelábamos profundizar los encuentros. Y digo profundizar en el más cabal y turbio de los sentidos. Pedro, mi amigo, no le iba en zaga a su mujer. Si primero fue ella la que nos motivó sueños eróticos, él, por expresa picardía de Silvia, no tardó en meterse también en medio de nosotros, en fantasías que seguí, disfrutando de la libidinosa imaginación de mi mujer. Y allí estábamos ahora, celebrando los cuatro, nada menos que mi cumpleaños. Las burbujas del champagne, lo distendido de la conversación, la compañía agradable de las notas del piano de Oscar Peterson, daban un entorno muy grato. Así las cosas, en un momento, Silvia llamó a Erika a un lado, marchándose ambas a la cocina. Luego de un rato, en que nosotros nos fumamos unos habanos en la terraza y cambiamos el espumante por sendas copas de brandy, aparecieron ellas, con uno de esos juegos como el metrópolis pero de adultos. Pasamos a la sala, donde ellas comenzaron a explicar las reglas del juego, Pedro y yo nos mirábamos con desconcierto, yo no podía creer lo que estaba ocurriendo y poco a poco me fui excitando con la idea de jugar y ver lo que pasaba. Sin preguntar si estábamos dispuestos a jugar, las dos juguetonas comenzaron a repartir las fichas y un dado para cada jugador. Silvia me miró y dijo, el homenajeado comienza a tirar. Tiro el dado y me sale un 5, es una casilla de Tigre y salto a la casilla 10 donde está el otro tigre. Era el turno de Silvia, y sacó un 3, la casilla decía "Bésale en la espalda" y era una casilla de dos, por lo que escogió uno de los papelitos con los nombres de los jugadores y ahí estaba yo… que suerte la mía. Me desabrochó la camisa, mientras los amigos aplaudían y reían, Al sentir aquellos labios sobre mi espalda, calientes y provocadores, una corriente eléctrica se deslizó desde mi nuca, hundiéndose y llegando directamente a mi zona sensible, causando una lenta pero sostenida erección que, por instantes traté de disimular. Un minuto estuvo Silvia besándome la espalda, mientras me rodeaba con sus brazos y con sus dedos acariciaba mis pectorales, yo me sentía en el cielo y no hacía más que expresar el relajo. De pronto, terminó con su “penitencia” y me miró con sus ojitos, con esa mirada tan especial que pone cuando estoy sobre ella, y me dijo: te gustó verdad? Y veo que logré lo que quería, amor… sonriendo ladinamente.
El turno siguiente, luego de hacer nuevos brindis, fue de Erika. Yo creo que todos pensamos algo parecido en el mismo instante que ella cogió el dado con su mano derecha, y comenzó a moverla, lentamente, sonriendo y mirándonos a todos, simulando, en el aire, el grácil ademán de una masturbación. Ufff, por lo menos a mi, me hizo en un segundo imaginar de golpe, un mundo de posibilidades. Solo desee que le saliera una penitencia conmigo. Miré a mi mujer, y en su mirada, brillaba la mejor de las fantasías. Pedro, miraba a su mujer, extasiado, sus ojos revelaban también una historia común, de seguro llena de complicidades, que pronto yo anhelaba conocer.
Cerré mis ojos, haciendo fuerzas para que saliera una prueba interesante. El dado se soltó de la mano de Erika y rodó tres veces marcando finalmente el seis. Nuestros ojos esperaban, mientras ella leía la tarjeta respectiva.
Ah, nooo, exclamó Erika, no, no puedo hacer eso¡¡.
Pero qué es?, le dijo Silvia, no te puedes arrepentir ahora, amiga¡
Como respuesta Erika le entregó la cartulina:
aquí sale ¡que debe hacer un strip tease hasta quedar en ropa interior¡. ,, declaró mi mujer.
Hubo una risa general, mientras Erika, un poco azorada, tomó su copa y apuró el trago. Al ritmo cadencioso de la música, comenzó a moverse sensualmente, pidiendo que atenuaramos la luz de la habitación. Parecía toda una profesional, suave y seductora, se acercaba a Pedro, y le rozaba con sus dedos la cabellera. Giró y se refregó con su cola exquisita, en una rodilla de su hombre, era una situación muy caliente. Como en una rutina ensayada, Pedro le desabrochó su falda, descorriendo el cierre, La prenda resbaló a sus pies, sobre sus botas negras. La imagen que emergió fue espectacular cual Venus de Boticcelli, la piel tersa de sus muslos, la redondez perfecta de su cola, su vientre sin una pizca de grasa, enfundada en una prenda mínima, apenas dos triángulos de tela negra, unidos por delgados cordones, muy reveladores de la magnificiencia de su generosa piel. Estaba allí, magnífica, a nuestra vista. Yo embelesado. Mi mujer, brillando sus ojos, Pedro, con la boca entreabierta. Luego, fue el momento de la blusa, que rauda, desapareció y surgieron, su par de pechos gloriosos, cubiertos, retenidos por un hermoso y erótico sostén, en el mismo tono que su calzón. Aplaudimos al unísono. Una reacción instintiva y no concertada. Las risas y un nuevo brindis, coronaron a la reina del momento. Sin dejar de sonreír, consciente de su éxito, Erika se sentó, entre su hombre y yo. No se preocupó de vestirse, pero si de anunciar que era el turno de Pedro. Yo sólo pensaba en el pedazo de mujer que tenía a mi lado. No me percaté del resultado de la tirada, ni de la lectura de tarjeta. Cuando las risas surgieron, mi mente volvió a la realidad. Pedro estaba de pie, y todos me miraban. La penitencia, ¡en realidad era un premio! ¡consistía en besar durante treinta segundos los pechos de una jugadora, que se eligió de los nombres, adivinen: el nombre era ¡Silvia! De ahí, las miradas que me dirigían. Silvia me miraba, y noté que el brillo de sus ojos, era más intenso que antes.
Buenos amigos, si estamos en el juego, dije. Y como festejado, estimo que no hay concesiones, asi que adelante pues amigo, suerte y disfrútelo, jajaja. Mi mujer me dirigió una sonrisa seductora y agradecida.
Erika, también me miró y con sus ojitos verdes, parecía decirme que era la decisión correcta. Su pecho latía, y advertí, en una visión audaz, sus pezones erguidos, destacándose bajo su sostén.
Pedro se inclinó delante de mi mujer, y no sin cierto recato al principio, comenzó a desabotonar la blusa de Silvia. Fue una tarea breve, y las manos de mi mujer, ayudaron, prestas, a deshacerse de su brassier, los pechos turgentes de mi pareja, saltaron delante de los ojos de Pedro, los pezones rosados, que tan rápidamente reaccionaban a mis besos, esta vez, no habían requerido de mis labios, estaban duros, enhiestos, desafiantes, dispuestos a pagar o cobrar lo que indicaba el juego. Todos murmuramos algo, manifestando aprobación total a la imagen cimbreante del hermoso par, que se ofrecía.
Pedro acercó su boca. El pezón derecho fue absorbido por mi amigo, lentamente, y Silvia cerró sus ojos. Las manos del hombre se unieron a la labor, mas allá de lo ordenado por el juego, pero nadie reparaba en ello. Y Silvia, comenzó a gemir quedamente. La lengua de Pedro, ágilmente se desplazaba de un pezón al otro, sus manos los estrechaban, permitiendo en un solo beso, comerlos a ambos a la vez. Mi mujer, aferró la cabeza de Pedro, guiándola para que no cesara el placentero recorrido.
Entre mis piernas, luchaba por soltarse, mi cautivo, duro y caliente. Ya no disimulaba mi erección. No era necesario ya.
Miré a Erika. Estaba absorta, mirando como su hombre se solazaba en esos pechos ajenos. Y una de sus manos comenzó a acariciar sus propias turgencias, debajo de su prenda. La otra, bajó a su sexo, abriendo sus piernas. Sus dedos se refugiaron en su rinconcito cubierto. Sus ojos, también se cerraron y su cabeza se echó atrás sobre el respaldo del sofá.
Fue el momento en que mis manos se soltaron de mi control y actuaron. Una se deslizó a los pechos maravillosos, levantando el sostén, y encontrándose con los dedos de Erika. El pezón de la mujer estaba durísimo, alzado y caliente. Mi otra mano, se unió también a la de Erika, bajo su calzón. La humedad de su sexo, bañó de inmediato mis dedos, que autorizados, acariciaron sin tapujos esos pliegues portentosos. Su propia mano me guió, para entreabrir su piel cuidadosamente depilada, suavísima. Sus piernas se alzaron y se deshizo, voluptuosamente, del brevísimo calzón. Mis dedos comenzaron a entrar, por su fabulosa gruta rosada, justo en el momento en que de reojo, observé que Silvia despojaba a Pedro de su pantalón, y asía, gozosa, el erguido miembro del hombre, frente a su boca... (Continuará...)

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