martes, abril 14, 2009

Final de un feliz cumpleaños



Estuvimos un rato tendidos en el suelo, esperando que el reposo nos restituyera las energías. Las chicas se reían y susurraban cosas, mientras bebían de sus copas. Parecían dos distendidas amigas, naturales y sin pudores. De no mediar su esplendida desnudez, nada habría de inquietante en la escena. En un momento, Erika se acercó a Silvia, como diciendo algo a su oído. Los ojos de mi mujer, delataron que había algo más. La boca de Erika, se deslizó por la mejilla de Silvia, lentamente, y se detuvo en los labios de mi mujer. Un beso largo las unió. Y luego, no sólo sus labios se acariciaban. El beso comenzó a juntar sus lenguas, en un frenético beso, apasionado como el que más. Las energías de ambos machos, nos llegó en un solo click, ante semejante e inesperado espectáculo. El ver a nuestras parejas, abrazándose, besándose y tocándose enteras, desesperadas, alejadas en ese momento de nuestra presencia, fue un detonante. Era como si no existiéramos.

Recostadas ahora sobre el sofá, nos entregaban el más exquisito retrato lésbico. Los dos cuerpos magníficos se brindaban las mejores y originales caricias. Sus bocas se recorrían mutuamente, sus manos se dedicaban a recorrer cada rincón de su piel, sus piernas se entrelazaban, se separaban, se oprimían, se abrían. Silvia, desenfrenada, cogió a Erika, la tumbó de espaldas y separando sus muslos, hundió su rostro en el triangulo perfecto de Erika. Espectadores privilegiados, veíamos la lengua que se deleitaba en la piel húmeda de su amiga, penetrando por primera vez la rosada cavidad, que destilaba los jugos del placer, luego la lengua de Silvia lamió el néctar, siguiéndolo con delicadeza hasta el oscuro rincón entre las nalgas de la compañera, donde se sumían los efluvios. Erika se dejaba hacer, gozando en cada embate.

De repente Silvia me dijo en alta voz: Ven para que te cojas este manjar delicioso, amor, haz lo que desde que viste por primera vez a Erika, quisiste hacer….

Me levanté como un resorte, y pude ver una vez más, el delicado sexo de Erika, lubricado y ardiente. Abierto y apetecible. Mi lengua acarició aquél fabuloso túnel, y Silvia hizo lo mismo. Ambos teníamos a la mujer, allí, con sus muslos extremadamente abiertos, saboreando al unísono toda su delicia. Erika, gemía de placer. De reojo, observé a Pedro, que se frotaba su arma, acicateado por la visión de su mujer devorada por nosotros.

Silvia observó lo mismo, y sin decir nada, me dejó sumido en Erika, bajando hacia el piso. Avancé sobre Erika y comencé a besar y lamer su cuello, mientras mi verga se posesionaba de su sexo, sus muslos me lo apretaron suavemente, y me susurró al oído:

- Es verdad que me deseabas?

- Si – Le contesté – desde que te vi por primera vez me impresionaste, tienes un cuerpo precioso, el besar cada rincón tuyo, es una regalo precioso. Tu cola me volvía loco y tenerlo para mi, es un manjar.

- Pues hoy es tu día de suerte, hoy probarás todo lo que te gusta de mí.

Inmediatamente sujetó mi pedazo duro y comenzó a introducirlo en su hinchada y húmeda vulva.

Estaba totalmente mojada y poco a poco me iba abriendo paso con mi pene que estaba que quería partirse de dureza. Ella se encontraba encima de mí y me cabalgaba como un jinete profesional, sus movimientos cada vez más profundos y fuertes se convirtieron en una fuente de placer, que la hicieron agitarse en un orgasmo intenso.

Mientras nosotros disfrutábamos de una unión profunda, Silvia se la estaba pasando de lo mejor con Pedro, y de vez en cuando escuchaba sus gemidos, esas señales de placer, bien conocidas por mí.

Erika se separó de mí bruscamente y se arrodilló justo enfrente de mí, dándome su espalda, mientras con sus manos separaba sus grandes nalgas.

- ¿Qué esperas? – Me preguntó - ¿Acaso no era mi cola una de mis prendas preciadas por ti? Ven y cógemelo que hoy es mi regalo especial para ti.

Y sin más dilación me acerqué a aquella redondez excelente, una cola esculpida a mano, rosada y exuberante. Ella llevó un dedo a su boca y lo untó de saliva, para enseguida humedecer, en un ademán exquisito, el maravilloso orificio que yo, no cesaba de admirar. No pude contener mi lengua, que de modo instintivo se precipitó a lamer ese presente que se ofrecía tan generoso. La punta de mi lengua trasgresora hurgó en ese preciado foramen.... mmmm, qué delicia. Fueron unos segundos apenas, pero para ella significaron una motivación extra, manifestada en quejidos y ayes de sensualidad inquietante. Presenté mi lanza palpitante en su ranura estrellada y poco a poco fui haciendo presión sobre ella. Se arqueaba y se movía suavemente, mi polla iba ganando terreno poco a poco, gemido a gemido, la sacaba y volvía a arremeter, hasta quedar al fin, completamente dentro de ella. La presioné con firmeza, procurando que sintiera mi dureza, hasta lo más profundo. Entonces comencé a moverme más fuerte, mientras ella me correspondía los movimientos con otros más intensos. No podía creer que aquellas nalgas tan codiciadas, hoy estaban siendo mías. La sensación era espléndida, su culo presionaba todo mi pene como si quisiera hacérmelo estallar.

A nuestro lado, en la alfombra, Silvia comenzó una seguidilla de quejidos, revelando que no dejaba de tener un orgasmo tras otro. La cara de placer de ambos provocó que estuviera a punto de explotar en Erika, situación que notó, y se retiró de su posición para tenderse en el piso boca arriba y me dijo:
- Ven que todavía te falta darme algo que también te gusta de mí. Y señaló sus grandes y firmes pechos.

Me arrodillé sobre su vientre, y allí sobre mi cabalgadura preciosa, comencé a refregar mi verga entre sus pezones. Era una vista excelente, su rostro encendido, sus ojos mirándome embobada. De vez de cuando alternaba los movimientos, y le introducía mi carne en su boca, la que abría, alojándome con pasión, besaba y lamía con sapiencia. De pronto ya no pude más y comencé a derramar mi leche, sin control sobre sus pechos. De mi verga brotaban chorros calientes, mientras yo hacía esfuerzos para no gritar de placer. De la escena habían sido testigos Pedro y Silvia, alertados por el frenesí de nuestra cabalgata. Silvia no pudo contenerse y en un arrebato de lujuria extrema, se acercó para lamer todos mis jugos sobre los pezones de Erika.

Los cuatro terminamos durmiéndonos, Erika y Pedro, abrazados sobre la alfombra, Silvia desparramada sobre el sofá. Cuando desperté. Erika y Pedro, estaban a punto de irse, Silvia me llamó para despedirlos. Saludé a mi amigo y le comenté que había sido una gran noche, luego me acerqué a Erika y le dije:

-Te debo agradecer por hacerme pasar el mejor cumpleaños de mi vida.

-No me agradezcas a mí, agradécele a Silvia, que supo leer mis deseos, porque no eras tú el único que quería esto…, sin duda, ha quedado claro que todos deseábamos algo así. Y no te preocupes, que mi cumpleaños no está lejos, estoy segura que ustedes sabrán regalarme algo interesante. Y diciendo esto me dio un beso suave en mi cara y se despidió de mi mujer, agradeciéndole por la noche maravillosa. Y así terminó mi cumpleaños número 28.

Silvia me sonrió guiñándome un ojo, nos abrazamos y subimos a nuestro dormitorio.

1 comentario:

ofiliajafari dijo...

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