
Se pregunta R. H. Moreno-Durán, en “Voz y blasón del cuerpo femenino”: ¿Cómo ignorar entonces la rotunda aunque no del todo precisa relación que existe entre ese sugerente acento que me interesa y la temprana fascinación que sentí por el largo repertorio de palabras que encubren la presunta pecaminosidad del sexo?
Las palabras cuyo sonido me fascinaba, dice, incluso mucho antes de aprender su significado, tenían en común una específica acepción sexual pero, contra lo que buscaban sus detractores, su música me resultaba tan deliciosa como los actos, comportamientos y afinidades que designan semánticamente. La más hermosa de esas terribles palabras era concupiscencia. La palabra concupiscencia lo trasladaba a uno directamente a los tormentos más dolorosos del infierno y, pese a tal amenaza, su simple pronunciación su lento paladeo, su desciframiento moroso y profundo—, más allá de la esfera de su significado, que, por obvias razones de edad y cultura, se me escapaba por completo, constituía un concierto magnífico.
Junto a la líbido, otro vocablo inquietante que irradiaba su clímax sobre tres palabras más, hermanadas por la letra ele, otra consonante virgen a merced de la lengua: lubricidad, lascivia y lujuria, “son términos todos de enervante sinuosidad, como un roce entre la piel morena y un murmullo cómplice en medio de la noche.”
Las palabras cuyo sonido me fascinaba, dice, incluso mucho antes de aprender su significado, tenían en común una específica acepción sexual pero, contra lo que buscaban sus detractores, su música me resultaba tan deliciosa como los actos, comportamientos y afinidades que designan semánticamente. La más hermosa de esas terribles palabras era concupiscencia. La palabra concupiscencia lo trasladaba a uno directamente a los tormentos más dolorosos del infierno y, pese a tal amenaza, su simple pronunciación su lento paladeo, su desciframiento moroso y profundo—, más allá de la esfera de su significado, que, por obvias razones de edad y cultura, se me escapaba por completo, constituía un concierto magnífico.
Junto a la líbido, otro vocablo inquietante que irradiaba su clímax sobre tres palabras más, hermanadas por la letra ele, otra consonante virgen a merced de la lengua: lubricidad, lascivia y lujuria, “son términos todos de enervante sinuosidad, como un roce entre la piel morena y un murmullo cómplice en medio de la noche.”
Siempre me han llamado la atención las palabras, y de ellas, mas aún las que me evocaban un significado erótico. A medida que iba leyendo o ampliando el repertorio semántico, muchas mas me intrigaban. Por ejemplo, el término voluptuosidad: su fonética es, para mi, de por si llamativa. O la palabra sensualidad, no te trae de inmediato a la mente ¿sugerentes imágenes? Algo similar me ocurre con una palabra mas simple, pero no menos gráfica: muslo... Genial, o no? Es algo en el sonido, en la articulación oral... Les parece hacer comentarios sobre este tema? Les invito a comentar y agregar palabras que para cada uno tengan un significado semejante. Descubramos y develemos el rico acervo que nuestro idioma nos entrega...
3 comentarios:
Buen tema Audaz, desde ya me declaro concupiscente y voluptuoso, admirador de las artes sicalípticas y el cimbalismo... no te parece? sin duda me evocan placeres exquisitos. Te felicito.
No se trata de buscar palabras complicadas o rebuscadas, pero a mi me gusta la palabra "molicie", me sugiere como blandura, cuando se toca una parte blanda, pero no fofa, me entiendes? Me recuerdo haber leido algo como "el hombre acarició la molicie espléndida de sus senos..."
Y tambien me gusta la molicie, pero hay una acepción o significado mejor, y se refieren con esa palabrita al "Abandono invencible al placer de los sentidos o a una grata pereza." Buena, eh?, te felicito.
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