
En los días siguientes nuestra vida erótica se relajó, era como si inconscientemente quisiéramos reponer nuestras líbidos. En ocasiones eso ocurría, y ambos sabíamos que era como la calma pre temporal, pues enseguida, algo detonaba nuevamente, generalmente en mí, y nos internábamos en repetidas sesiones amatorias y sexuales, de ardor explosivo e irrefrenable, era como si el mundo se fuera a acabar.
Y ya luego de varios días, algo en mi mente empezaba a aparecer, yo sabía que era el fuego, que comenzaba a asomar en mi interior, y me preguntaba adonde nos iba a llevar ahora. Era una motivación animal, cierto, pero que nos entregaba satisfacciones increíbles, y como decía Carlos, nos habíamos convertidos en unos Epícuros modernos, lo único que anhelábamos en esos verdaderos períodos de "celo animal" era el placer sensual. Yo en lo íntimo, quería seguir buscando, pues tenía la seguridad que encontraría en alguna parte, aunque fuera en algún instante, el placer total.
De esta manera iba pensando, mientras caminaba rumbo a mi coche, en el estacionamiento del mall, al que había ido a comprar algunas prendas de encaje. En el estacionamiento, por lo tarde, habían pocos coches. Carlos me ha aconsejado muchas veces que no pase por allí muy tarde "porque nunca se sabe lo que te puedes encontrar", pero pensé que aún era casi de día y se veía perfectamente, y por si fuera poco, mi coche estaba en la misma planta, a no más de 50 metros.
El caso es que iba andando por entre los coches, cuando descubrí una camioneta del tipo van, blanca, muy moderna, con sus vidrios polarizados y muy elegante. No podía evitar pasar por su lado, pero al acercarme, pude oír unos gemidos de mujer, como si estuviera gozando, ruidos que bien conocía, así que pensé, "Esta ha venido aquí a tirarse al novio". Y aunque, sabía que debía irme del lugar, algo en mí me detuvo, queriendo escuchar más. No sé cómo, o por qué motivo, pero sé que no fue solo por curiosidad, me decidí dar unos golpes en la puerta mientras preguntaba en voz alta si estaban bien y si les pasaba algo. Bien sabía yo lo que les pasaba, y que estaban muy bien.
Al momento asomó la cabeza un joven contestándome que sí, que todo estaba bien, pero siendo aún más curiosa le dije que yo había oído a una chica gritar y que quería verla a ver si de verdad estaba bien. Me avergoncé un poco, pues desde el fondo del coche, se asomó una chica semidesnuda, reafirmando lo que había dicho su novio. Les pedí disculpas y me di la vuelta, pero inmediatamente un brazo fuerte me agarró y la boca del chico se acercó a mi y me susurró, "No tienes por que irte tan rápido. Pasa un rato." Y con su brazo enérgico me hizo pasar a tomar asiento, anda toma un trago, me dijo, cerrando la puerta y pasándome una botella de cerveza.
La verdad es que no se por qué le hice caso, pero allí estaba sentada, con la botella en la mano, viendo la espalda desnuda de la chica, mientras le acariciaba y le daba besos a la polla de su novio. Todo transcurrió muy rápido, bebí un trago, sin poder dejar de ver a la pareja que volvió a su lado, sin ningún pudor. Yo estaba, sin duda, curiosa, sobre todo me llamaba la atención ver que la búsqueda de placer, que Carlos y yo pensábamos era nuestro descubrimiento, era compartido por otras parejas, y más jóvenes que nosotros. Yo me iba poniendo muy caliente, al ver aquella espalda desnuda, y aquella falda que bajaba de sus caderas y se posaba en el suelo, al estar ella de rodillas. Carmen, que así se llamaba, miraba de vez en cuando hacia mí y me sonreía, mientras batía con fuerza aquella inmensa verga de unos 18 centímetros. A pesar de todo lo que había experimentado, creo que no había disfrutado de una así de grande. Estaba tan caliente que empecé a desnudarme sin llamar la atención. Primero me quité la chaqueta, y me desabroché dos botones de mi blusa. Luego, bajé mi mano hasta mi entrepierna, y la metí por debajo de las bragas, que sin darme cuenta se habían empapado con mis líquidos. Empecé a masturbarme mientras miraba a la feliz pareja, que había cambiado de posición, y ahora era Danilo quien agitadamente se dedicaba a acariciar el coño de Carmen, tanto con la lengua como con los dedos. Yo miraba extasiada esa herramienta que se erguía entre las piernas de Danilo. Cómo me gustaría que aquella verga se metiera en mi coñito, pensaba yo, mientras llegaba al primer orgasmo. Y parece ser que me oyeron, porque acto seguido, Carmen se levantó, y con cuidado de no golpearse la cabeza con el techo, dejó caer sus braguitas sobre mí. Se acercó a mí y me desabrochó la blusa entera. Esto se ponía emocionante para mí. Danilo se acariciaba el capullo gigante al otro lado. Carmen me bajó los tirantes del sostén, y yo, para darle confianza me los desabroché por detrás y lo deje caer al suelo. En nada de tiempo estaba tumbada en el asiento trasero, muy cómodo del coche, con las piernas abiertas, totalmente desnuda, y con dos dedos de Carmen, también totalmente desnuda, haciéndome caricias, hasta que finalmente los introdujo en mi agujero, y me hizo temblar de la excitación. Los metía, los sacaba, los hacía pasar alrededor de mi clítoris, proporcionándome oleadas de placer. Los sacaba y los metía en mi boca, y yo lamía mis propios flujos lo que hacía aumentar más mi excitación.
Y ya luego de varios días, algo en mi mente empezaba a aparecer, yo sabía que era el fuego, que comenzaba a asomar en mi interior, y me preguntaba adonde nos iba a llevar ahora. Era una motivación animal, cierto, pero que nos entregaba satisfacciones increíbles, y como decía Carlos, nos habíamos convertidos en unos Epícuros modernos, lo único que anhelábamos en esos verdaderos períodos de "celo animal" era el placer sensual. Yo en lo íntimo, quería seguir buscando, pues tenía la seguridad que encontraría en alguna parte, aunque fuera en algún instante, el placer total.
De esta manera iba pensando, mientras caminaba rumbo a mi coche, en el estacionamiento del mall, al que había ido a comprar algunas prendas de encaje. En el estacionamiento, por lo tarde, habían pocos coches. Carlos me ha aconsejado muchas veces que no pase por allí muy tarde "porque nunca se sabe lo que te puedes encontrar", pero pensé que aún era casi de día y se veía perfectamente, y por si fuera poco, mi coche estaba en la misma planta, a no más de 50 metros.
El caso es que iba andando por entre los coches, cuando descubrí una camioneta del tipo van, blanca, muy moderna, con sus vidrios polarizados y muy elegante. No podía evitar pasar por su lado, pero al acercarme, pude oír unos gemidos de mujer, como si estuviera gozando, ruidos que bien conocía, así que pensé, "Esta ha venido aquí a tirarse al novio". Y aunque, sabía que debía irme del lugar, algo en mí me detuvo, queriendo escuchar más. No sé cómo, o por qué motivo, pero sé que no fue solo por curiosidad, me decidí dar unos golpes en la puerta mientras preguntaba en voz alta si estaban bien y si les pasaba algo. Bien sabía yo lo que les pasaba, y que estaban muy bien.
Al momento asomó la cabeza un joven contestándome que sí, que todo estaba bien, pero siendo aún más curiosa le dije que yo había oído a una chica gritar y que quería verla a ver si de verdad estaba bien. Me avergoncé un poco, pues desde el fondo del coche, se asomó una chica semidesnuda, reafirmando lo que había dicho su novio. Les pedí disculpas y me di la vuelta, pero inmediatamente un brazo fuerte me agarró y la boca del chico se acercó a mi y me susurró, "No tienes por que irte tan rápido. Pasa un rato." Y con su brazo enérgico me hizo pasar a tomar asiento, anda toma un trago, me dijo, cerrando la puerta y pasándome una botella de cerveza.
La verdad es que no se por qué le hice caso, pero allí estaba sentada, con la botella en la mano, viendo la espalda desnuda de la chica, mientras le acariciaba y le daba besos a la polla de su novio. Todo transcurrió muy rápido, bebí un trago, sin poder dejar de ver a la pareja que volvió a su lado, sin ningún pudor. Yo estaba, sin duda, curiosa, sobre todo me llamaba la atención ver que la búsqueda de placer, que Carlos y yo pensábamos era nuestro descubrimiento, era compartido por otras parejas, y más jóvenes que nosotros. Yo me iba poniendo muy caliente, al ver aquella espalda desnuda, y aquella falda que bajaba de sus caderas y se posaba en el suelo, al estar ella de rodillas. Carmen, que así se llamaba, miraba de vez en cuando hacia mí y me sonreía, mientras batía con fuerza aquella inmensa verga de unos 18 centímetros. A pesar de todo lo que había experimentado, creo que no había disfrutado de una así de grande. Estaba tan caliente que empecé a desnudarme sin llamar la atención. Primero me quité la chaqueta, y me desabroché dos botones de mi blusa. Luego, bajé mi mano hasta mi entrepierna, y la metí por debajo de las bragas, que sin darme cuenta se habían empapado con mis líquidos. Empecé a masturbarme mientras miraba a la feliz pareja, que había cambiado de posición, y ahora era Danilo quien agitadamente se dedicaba a acariciar el coño de Carmen, tanto con la lengua como con los dedos. Yo miraba extasiada esa herramienta que se erguía entre las piernas de Danilo. Cómo me gustaría que aquella verga se metiera en mi coñito, pensaba yo, mientras llegaba al primer orgasmo. Y parece ser que me oyeron, porque acto seguido, Carmen se levantó, y con cuidado de no golpearse la cabeza con el techo, dejó caer sus braguitas sobre mí. Se acercó a mí y me desabrochó la blusa entera. Esto se ponía emocionante para mí. Danilo se acariciaba el capullo gigante al otro lado. Carmen me bajó los tirantes del sostén, y yo, para darle confianza me los desabroché por detrás y lo deje caer al suelo. En nada de tiempo estaba tumbada en el asiento trasero, muy cómodo del coche, con las piernas abiertas, totalmente desnuda, y con dos dedos de Carmen, también totalmente desnuda, haciéndome caricias, hasta que finalmente los introdujo en mi agujero, y me hizo temblar de la excitación. Los metía, los sacaba, los hacía pasar alrededor de mi clítoris, proporcionándome oleadas de placer. Los sacaba y los metía en mi boca, y yo lamía mis propios flujos lo que hacía aumentar más mi excitación.


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