lunes, noviembre 28, 2005

Mi tía de película (Cap.II)


Ella me acarició la cabeza con una mano, mientras con la otra se cerraba su blusa. Hace varios meses que no nos veíamos ¿cierto?, me dijo. Y como has cambiado, si ya eres un hombre… Me sonrojé,. No estaba acostumbrado a conversar con chicas, y menos con una mujer madura, que era la mejor de mis fantasías. Mi verga no decrecía, era como si se mandara sola, independiente. Si, sobrino, me di cuenta cuando me abrazaste, pero ¿por qué te pusiste así?. No me dirás que es por mí, ¿no?... me preguntó, con una encantadora sonrisa. Quise decirle que si, que era por ella, que ella era mi sueño erótico juvenil, que tenía ganas de lanzarme sobre ella y darle lo que tantas veces hice en forma solitaria. Pero solamente la miré, tan tímido como siempre, con una sonrisa estúpida.
Mi niño, me dijo, abrazándome y apretándome contra su pecho. Mi cara se hundió en su hombro, respirando su exquisito aroma. La abracé inconscientemente, la apreté con mis brazos, soñando que estuviera desnuda. Fueron unos segundos felices, que mi verga agradeció soltando pequeñas gotas. Al fin y al cabo, era una situación nueva, muy cercana a mis sueños, allí los dos en mi cama… Me dieron ganas de besar su cuello, su oreja, que tenía tan cerca. Mi boca también actuó sola, mis labios besaron tímidamente su cuello. Ella no dijo ni hizo nada. Luego besé el lóbulo de su oreja. Mi respiración caliente, y entrecortada, me delató definitivamente. Sobrino, que lindo eres. ¿Por qué haces eso?, susurró levemente. Pero no me detuvo. Mi boca recorrió su cuello, hacia atrás, hacia su nuca, como siguiendo la ruta de su perfume. Levanté su cabellera, y sentí que ella se abandonaba. Un suspiro me indicó que algo pasaba. Sus brazos me atrajeron más hacia si. Mis manos recorrían su espalda, sin saber qué hacer. De pronto sentí una de sus manos en mi verga. Y acto seguido, meterse bajo mi pantalón y aferrarla. Su mano estaba caliente. Mi falo respondió con un respingo mayor, aumentando su vigor. Que sensación tremenda. Mi tía me agarraba la verga, tal como lo había soñado tantas veces.
Que grande está mi niño…, me dijo, dándome un masaje glorioso. Pero fue tan fugaz, como eterno. La soltó y se separó de mí. Bueno sobrino, que tengas buenas noches, dijo, al tiempo que me besó en la frente, y dándome un zamarrón en mi pelo, me despidió. Me levanté y me fui a mi cuarto, al tiempo que mi tío avanzaba por el pasillo, a su cuarto. Chao campeón, me dijo. Hasta mañana tío, le dije, lleno de envidia, pero feliz. Esa noche me hice la mejor corrida en mucho tiempo. No podía dejar de pensar en lo ocurrido. Mi verga tenía estampada la mano de mi tía, la sentía aún. Era extraordinaria la sensación. Y no podía dormir.
Me levanté y en la oscuridad de la casa, caminé hacía el cuarto de mis tíos. Apoyé mi oído en la puerta. Al interior pude escuchar nítidamente la voz suave y susurrante de ambos que sin duda hacían el amor. Nuevamente mi verga se alzó, como un resorte. Si, mi amor, dámela, le decía ella. Así, así. Y mi tío, le decía frases: toma mi amor, agárrala toda, así, así, mmm, mmm, Que rico la chupas…., OH.
Ella se la estaba mamando.
Imaginaba como lo haría, mi mente casi podía estructurar el panorama completo, ella tendida en mi cama, desnuda, y mi tío sobre ella, poniendo su verga en la boca sensual de mi tía. Y ella chupando. Imaginaba como ella le recorría su cuerpo, le agarraba sus bolas. Así quería estar yo con ella. Te la voy a tragar toda, le decía ella. Si, si, le susurraba él. Pero dame tu conchita, rica, le decía él.
Ahora los veía en un acalorado 69, esos que en Internet eran mi predilección. Mi tío le chupaba su sexo, pero en mi mente era yo el que metía la lengua, en esa vulva que debía ser maravillosa. Que envidia sentí de mi tío. Y luego cambiaron, mi tía sin duda abrió sus piernas y él embutió su verga hasta el fondo, ella gimió de placer, y luego ambos dieron sendos quejidos, como tratando de acallar, para que no se escuchara afuera. Pero para mí, no había secreto, había escuchado cada quejido y grabado en mi mente cada roce, cada embestida, cada chupada. Mi verga hizo abandono de la sesión, derramando en mis manos su leche.

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