miércoles, enero 11, 2006

Juegos de oficina (cap. VII)



Seguramente tenía algún trabajo importante pues se tardó más de tres horas fuera de la oficina. Yo, fiel a mi promesa seguía sin mis prendas íntimas, lo que de alguna manera me mantenía excitada, pensando en mil cosas después de dos deliciosas venidas y haber besado aquella impresionante herramienta, prometedora de placer a raudales, para cuando mi jefe regresara a su despacho. El tiempo que tardó se me hizo eterno, pues sólo quería tener esa ricura de verga cuando menos en mi boca. En eso pensaba cuando sonó mi extensión telefónica. Era mi jefe que ya estaba en su oficina, el que había entrado por la otra puerta de acceso al despacho. En cuanto escuche su voz que me decía "Nenita, ven para terminar ese delicioso trabajo que tenemos pendiente", mi vulva empezó a palpitar a ritmo acelerado e inmediatamente sentí un hilillo de fluido. Mi agitación era evidente.
Al entrar, él estaba sentado tras el escritorio, me pidió que me acercara y al hacer el sillón para atrás pude ver que ya tenía su magnifica macana fuera del pantalón y la blandía retadora ante mí, mientras sonreía libidinosamente. Correspondí levantándome el vestido poniendo a su vista el cumplimiento de la promesa. Enseguida me incliné para tomar con una de mis manos la hermosa verga que al fin se me ofrecía, mientras él metía su mano entre mis muslos para acariciar mi sexo húmedo con la palma y con los dedos mi culito. Hice el intento de agacharme para besar su hermosura erecta, pero me pidió que antes me diera vuelta empinándome, para besarme nuevamente las nalgas, proceso que, sin duda había apreciado valioso para hacerme reaccionar. Dedicó largos y exquisitos minutos en esa labor, poniéndome en ebullición y disfrutando con mis gemidos. Cuando estimó que estaba lista, me invitó a arrodillarme frente a él y tomando su ricura con ambas manos, sin mas preámbulo empecé a besarle. Primero la cabeza de su tremendo pilón, dándole chupetes en la punta, enseguida le pasé mi lengua desde el tronco hasta la cabeza, haciendo prolongadas pausas para lamer sus impresionantes huevotes tan suculentos que por mas intentos que hice no me cupieron en la boca. Subí nuevamente besando y lamiendo el tronco de su ricura sexual y al llegar a la punta le empecé a mamar descaradamente, mientras mis manos ayudaban en tan gozosa tarea, acariciando todo lo que encontraban a su paso: esta vez el que gemía de gusto era él. Su deliciosa cabeza apenas me cabía entre mis labios, con la boca bien abierta y apenas alcanzaban a entrar algunos centímetros de su exquisita verga por el grosor de la misma, pero hacia esfuerzos por tragar la verga lo más posible empleando toda la experiencia acumulada. A pesar de los reiterados besos y lametones, más el masaje de mis manos, su herramienta permanecía impávida, palpitante y cada vez mas jugosa, pero sin asomos de acabar. Fueron unos minutos larguísimos y calientes, que me los disfruté como si de un manjar se tratara. Mientras cerraba mis ojos, con ese trozo en mi boca, imaginé que era la última verga en el mundo, de manera que no quería parar.
Luego de varios minutos, en medio de sus gemidos, me pidió que me pusiera de pie para poder acariciar mi cuerpo. Empinada seguí mamando tan descomunal y delicioso instrumento, mientras mi jefe me tocaba la vagina, el clítoris y mi pequeño culito, tan sabiamente que sin darme cuenta, me hizo venir una vez mas. Si mamar aquella sabrosa vergota me hizo perder la noción del tiempo, cuando llegó mi orgasmo simplemente me transportó al limbo del goce. Al mismo tiempo que subía y bajaba de los cielos, mi jefe me advirtió que estaba por soltar su placer, y fue grandioso: sentí aumentar su grosor y sus latidos, y seguí chupando tan hermoso órgano viril hasta que el primer chorro de leche invadió mi garganta, un segundo chorro llenó mi boca por completo y sin mas tragué esa ambrosía, llegó un tercero y sentí que me ahogaba. El licenciado retiró su ricura de mis labios y tomándolo con sus manos, descargó por completo su jugo, cualquiera diría que estaba orinando en pausas, pero era la enorme cantidad de licor seminal que le brotaba de su magnifica y descomunal verga, se le veía apetitosa aventando chorro tras chorro de espesa y blanca leche sobre mis pechos. Nunca había visto a alguien venirse tan abundantemente, mi esposo tiene una venida muy pródiga pero la de mi jefe era fácilmente tres veces mas que la de mi marido. Cuando terminó de lanzar tan suculentos chorros, aun me incliné a seguir mamando ese hermoso "monstruo" sexual para beber hasta la última gota.
Una vez terminada esa sensual experiencia, nos besamos durante largos instantes. Poco a poco el fuego se fue calmando, él se guardó su ricura y yo procedí a vestirme. Antes de salir me besó nuevamente en la boca y acarició mis nalgas, haciéndome prometer que al día siguiente llevaría liguero y medias ya que deseaba verme vistiendo con esa pieza de lencería. Al salir a la recepción me llevé tremenda sorpresa, ya que estaba ahí mi esposo, que había pasado por mí como casi a diario lo hacia. Notó mi sorpresa y nerviosismo, al preguntarme le mentí diciéndole que la razón era que me habían llamado la atención por un pequeño error que había cometido con unos papeles, pero la verdad me sentía culpable del "pecado" que acababa de cometer: aun tenia en mi boca el sabor de mi jefe y mi vulva aun estaba muy anegada de mis mieles vaginales. Salimos apresuradamente y al abordar el vehículo le mostré mi vulva a través de las pantimedias, para que recordara que no me había puesto pantaletas ese día, esto con el fin de excitarlo. En mi febril cabecita, la idea era mamarle la verga lo antes posible, ya que temía que pudiera percibir el olor o sabor de la leche de mi jefe al besarnos, en cuanto estuvimos dentro de la camioneta me subí el vestido hasta la cintura, ante lo cual se mostró muy animado. Sin darle pie a nada, mi mano se lanzó a su sexo, y se apoderó de su verga frotándole, le dije que desde el amanecer estaba caliente y quería que me cogiera. Mientras conducía le saqué la verga completamente e inclinándome le empecé a mamar para calmar mi nerviosismo, ahora si percibía algún olor o sabor podría decirle que era el suyo. Mientras comenzaba a disfrutar nuevamente, cerré mis ojos y me sonreí como una pícara: en un lapso de apenas veinte minutos había tenido entre mis labios dos exquisitas vergas diferentes. (Aunque no lo crean: CONTINUARÁ...)

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

el siguiente ya!!!!! ;))

Anónimo dijo...

son buenisimas tus historias. Tengo una pagina de relatos. Se llama el Callejon Oscuro y me gustaria poder publicar lago tuyo poniendo tu pagina de referente. Mi correo es
callejon-oscuro@mailcity.com
la pagina esta en:
www.elcallejonoscuro.com
gracias Caballero Audaz

Anónimo dijo...

DE QUE ME SIRVE ALGO TAN GRANDE SI NO ME LO PUEDO LLEVAR A LA BOCA?
ES MEJOR ALGO QUE CALCE, BIEN PROPORCIONADO, PARA DARLE UN MEJOR DISFRUTE,,,,,NO LE PARECE CABALLERO AUDAZ?

Caballero Audaz dijo...

una boquita sabia, pude hacer maravillas....

Caballero Audaz dijo...

por favor que no se malentienda, quise decir "puede hacer maravillas..." jajajaja

Anónimo dijo...

Parece que sabe de lo que habla,acaso le ha tocado tener una boquita sabia por ahí?
mmmmmmm,la voz de la experiencia,,,
haganle caso ,,,,,jajajaj

Anónimo dijo...

Si, buen relato... ¿tú eres el autor 100%?

Anónimo dijo...

Lo es 100% ,el escribe todo lo que tu lees,,,,,y viene más y muy bueno