martes, febrero 21, 2006

La ley ante todo (Final)



Tras eso, me alejé unos pasos y la observé a mis anchas. Lucía espectacular mi escritorio, con ella desplegada encima, enfundadas sus piernas en las medias negras y un calzón del mismo tono. Ella misma se despojó de su calzón, con lentos y provocadores movimientos, quedando únicamente con las medias, sobre el escritorio, y allí comenzó a jugar con su sexo, cubriéndolo con una mano y moviendo sus dedos con deliberada coquetería. No resistí mucho tiempo y me acerqué a besar su sexo. Una suave y húmeda entrada, cuidadosamente depilada me recibió con jolgorio. Su vulva parecía sonreír cuando mi lengua se internó en la profundidad de su túnel. El aroma era embriagador, y el sabor ligeramente salado, era mejor. Una de mis cualidades desde joven había sido mi lengua, que me había brindado numerosos reconocimientos amatorios, y no en pocas ocasiones me habían salvado también de algún bochorno. De alguna manera, creí que esa mujer era muy grande para mí, y lo confirmé al penetrarla oralmente. Mi lengua se hundía completa en ella y chupaba su clítoris, que parecía un pene. Nos enloquecía el jueguito. Mentalmente pensé que debía recurrir a todos los trucos conocidos para poder satisfacer a ese monumento, pues no bastaría con mi verga. ¡Era una hembra demasiado grande!.
Mi lengua y mi boca entera estaban comprometidas en esta labor erótica. Ella gemía y se retorcía en el escritorio. Levantaba sus piernas, y me apretujaba con sus inmensos muslos. Tuve temor que me triturara. Pero también era rico estar así con semejante ejemplar, con esos monumentales muslos tostados, que se refregaban contra mi enjuto cuerpo. Parecía un minúsculo minero cavando en una veta colosal. O un atareado juez examinando las mil hojas de un expediente singular...
Pronto el trabajo rindió frutos. Y el resultado no fue un hallazgo minero sino de petróleo. Los jugos orgásmicos de Katty brotaron en erupción, y los sorbí como un trago exquisito. Sabían a frambuesa y canela. La chupé hasta secarla, mientras ella se retorcía de placer. Jadeante, se tendió sobre el sofá, quedando exánime. Su cuerpo sensacional yacía allí, con sus piernas abiertas, mostrando su sexo horadado, mientras un hilillo de miel se deslizaba por la comisura de sus labios menores, perdiéndose entre los pliegues de sus nalgas, hacia recorridos subterráneos y misteriosos. Después, terminamos de beber alegremente nuestros tragos y me planteó el arduo problema que la inquietaba, la ley ante todo.... Por ahora...

3 comentarios:

Erotismo dijo...

"sexo horadado"... tas pasao!

jaja, es broma... me ha hecho gracia.

Anónimo dijo...

Me ha excitado mucho... como todo lo que escribes... imaginaba la escena, pero era yo la que estaba sobre la mesa del escritorio, ummm

Un besito, dulce Caballero.

Caballero Audaz dijo...

Eros: amigo, permiteme la licencia verbal, jajaja, por el sexo horadado...

gali: gracias por tu comentario, que siempre aporta un grado más...