martes, marzo 07, 2006

Dos gatas en celo (Anamar)



Tu boca es mi única ley,
tu boca de saliva y miel
Gitano, Abigail
La piel me arde. Pasé demasiadas horas al sol y nadando en el mar. Cuando regreso a la casa de los amigos donde estoy alojada me meto bajo la ducha. Necesito quitarme la sal. Ni siquiera puedo secarme, el solo contacto con la toalla me hace dar un respingo de dolor. Con las gotas de agua resbalando como perlas por mi cuerpo, me unto gel de zábila para refrescarme.
—¡Um! ¡Qué sabroso se siente!
Abro la ventana, enciendo el ventilador y me echo desnuda en la cama, apenas cubierta por una suave y fina sábana de algodón. Como sucede cada vez que me acuesto, la gata de mis amigos se sube a la cama y se acurruca entre mis pies. Es una minina preciosa, de pelaje atigrado en colores blanco y amarillo, y ojos verdes con destellos dorados. Tiene un carácter juguetón y cariñoso. Parece haberme adoptado como su mascota mientras dure mi estancia aquí. Me sigue a todas partes. Se mete entre mis piernas y maúlla. No más me siento salta a mi regazo. Nos damos besitos de morros. Le acaricio el lomo y me responde con ese ronroneo felino que me fascina, ofreciéndome su panza para que también se la toque.
Esta tarde, con el sonido del mar que se mete por la ventana abierta, la brisa que echa el ventilador y el calor que emana de mi cuerpo, poco a poco voy cayendo en una especie de sopor. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando me despierto con la exquisita sensación de estar siendo acariciada de una manera completamente nueva para mí. Es la gata que, con su lengua rugosa y pequeña, me lame la planta y el arco de mi pie derecho, además de clavarme sus uñas como si se las estuviera afilando.
Me excito de inmediato, dejando escapar un suave gemido. La gata me responde con un maullido, muy similar al tono en que gemí.
Empiezo a acariciarme los pechos y la vulva. La gata va subiendo, rasguñando por encima de la fina sábana primero mis pantorrillas, luego mis muslos. Pongo un dedo en mi clítoris y meto dos en mi vagina. Froto y empujo varias veces.
El movimiento de mi mano llama la atención de la gata, que se me queda viendo, clavando sus uñas en mis muslos una y otra vez. Aparto la sábana, saco los dedos de mi vagina y los acerco a la gata.
Ella huele y lame mis dedos. Poco a poco la voy atrayendo hacia mi entrepierna. Separo más los muslos. Me abro la vulva con ambas manos, mostrándole mi interior húmedo, rojo, palpitante.
Hago varias contracciones para llamar su atención. Vuelvo a meter los dedos en mi vagina. Empujo varias veces, mientras le digo entre suspiros:
—Misú, gatita linda, misú.
Saco los dedos mojados y se los ofrezco, llamándola:
—Ven, misú, ven.
Le da varias lengüetadas, se relame y maúlla.
—¿Te gusta? ¿Quieres más? Ven, gatita —le pregunto.
Ella me mira. Me abro de nuevo la vulva. La gata se acerca y me olisquea. Vuelve a maullar. Estoy cada vez más excitada y gimo, queriendo imitar su maullido. Le digo:
—Sí, misú, es mi sexo. ¿Lo quieres probar?
Mojo los dos dedos y los pongo justo sobre mis labios mayores, aprovechando para separarlos un poco. La gata comienza a lamer mis dedos y yo voy apartándolos de modo que termina dándome lengüetadas directamente en la vulva.
Me enloquece la aspereza de su lengua a medida que la va pasando por mis labios menores y las comisuras, para luego meterlos en la raja. También quiero sentir sus arañazos, así que tomo sus patas y las presiono suavemente contra mi vulva, sabiendo que por instinto los felinos sacan sus garras al hacer esto. Mientras tanto le susurro:
—Sí, minina, sí. Haz como lo estabas haciendo antes.
Sus uñas salen y se retraen, rasguñándome los labios. Empiezo a moverme muy lentamente, para no asustarla y, por el contrario, incitarla a seguir clavando sus garras en mi carne ávida de caricias.
Empujo la cadera hacia ella y le hablo:
—Misú, misú.
Ella contesta con maullidos.
Aparto su cabeza, mojo mi clítoris con la humedad de mi vagina y se lo ofrezco. Inmediatamente siento sus lengüetazos en mi botón. Me meto tres dedos y me masturbo con fuerza hasta acabar en un orgasmo potente, maullando y chillando como la gata que gustosamente sorbe el líquido que sale de mi vulva.

(Este aporte se publica por cortesía de su autora, Anamar González, y de los editores de Voyeur)

3 comentarios:

Caballero Audaz dijo...

Anamar: Gracias por tu inspiración, se que tu creatividad electrizará a mas de alguien...

Anónimo dijo...

ANDREa dijo....
Y me electrizo, no tengas duda de eso, tu lo sabes Audaz increible...... besitos...

Anónimo dijo...

Caballero audaz: No es sino un día después que he entrado a tu estupendo blog y me he encontrado con mi relato publicado. ¡Muchas gracias por invitarme a tu espacio y por tus palabras de bienvenida!