
Había una vez una princesa que vivía en el Reino del Sur. Su infancia la pasó muy feliz, junto a sus hermanos, jugando y disfrutando de las montañas, lagos y bosques que rodeaban su reino. Pero como siempre pasa, la princesa creció, casi sin que se dieran cuenta sus padres. De pronto, de un día para otro, la niña se convirtió en una bella adolescente, y luego en una hermosa mujer. La voz se corrió por el reino y más allá, muchos príncipes quisieron conocer a la bella Angelina. Conoció a muchos varones, pero ninguno la convencía, ninguno de ellos lograba despertar a su corazón. En su pecho, latía un corazón muy noble, pero que ansiaba latir intensamente por alguien. Ella se ponía triste, pues no encontraba alguien que hiciera clic, que armonizara con sus vibraciones. Unos eran torpes, otros aburridos, otros muy infantiles, en fin, ninguno cumplía con sus requisitos. Y no es que fuera muy exigente, no, simplemente su alma tenía un ideal, pero nada inalcanzable. El elegido, debía ser inteligente, entretenido, maduro, y sobre todo amarla. Ciertamente no eran requisitos difíciles. Por qué le costaba encontrarlo?
Ella, a la edad de 17 años, era una niña-mujer. A veces se comportaba como una mujer y otras como una niña. Ella se daba cuenta de sus contradicciones, y poco a poco las iba entendiendo. Por un lado sentía que algo en su cuerpo, luchaba por emerger: así cada día notaba, al mirarse al espejo, que su cuerpo se iba modelando, dejando las formas infantiles, para empezar a levantarse por acá, a emerger y redondearse por allá, en fin, era la mujer que surgía, como una mariposa surge de la ninfa. Y el cambio le gustaba, sentía una rara pero agradable sensación, cuando se bañaba, y el agua la recorría suavemente. Y cuando se jabonaba, dedicaba un buen rato a masajear las nuevas formas que surgían en ella. Lo mismo ocurría cuando jugaba con los demás muchachos del reino, y de pronto notaba ciertos roces y refriegues, que algo generaban en sus pechos incipientes.
Así, también fue descubriendo, que sus formas nuevas generaban admiración en los muchachos, e incluso en algunos mayores. En mas de un baile, actividad que desde temprano le empezó a gustar, fue apretada un poco mas de la cuenta, al principio, sin que ella advirtiera una segunda intención, y luego, al notar ciertos efectos, incluso provocarlos.
Cuando empezó a darse cuenta de lo que causaba en los muchachos, descubrió que tenía un arma muy importante. Y fue una diversión cotidiana entretenerse con jueguitos de doble significado.
Una mañana, despertó mojada en su entrepierna. Una dulce sensación, un calorcillo interno, afloraba en su sexo juvenil. Durante la noche, había soñado una larga serie de juegos con un joven amigo. Su rostro era indefinido, pero le gustaba su aroma a hombre. Ambos se encontraban en la playa, junto al gran lago del reino, y recorrían sus orillas. Una ligera brisa de verano los acariciaba, mientras caminaban abrazados. Ella sentía latir su corazón. Era el. Era el. Y de pronto, el joven la tomaba y le daba un gran beso. Sus brazos la estrechaban y se sentía protegida. Ambos rodaron por la arena, y sintió que debía abandonarse. Los brazos firmes de el, la acunaban, pero a la vez sus manos, la acariciaban con delicadeza. Ella entrecerraba sus ojos, y se dejaba recorrer su cuerpo. Sentía como si fueran docenas de dedos, que le recorrían su piel. Dedos que levantaban sus prendas, y audazmente surcaban las deliciosas curvas de su cuerpo. Sus pechos turgentes se endurecían con las caricias, alzando sus juveniles pezones, que despertaban por primera vez. Pronto esos dedos fueron más atrevidos, y laboriosos se dedicaron a separar las piernas de ella, buscando el tesoro más preciado y virginal. Ella se sentía en las nubes, y no opuso resistencia. Al contrario, sintió que era preciso despejar la entrada a su rincón íntimo. Y cuando el joven acercó su candente dote viril, ella simplemente se rindió. Jamás había experimentado ese contacto, pero algo en su interior, le dictaba instrucciones. No era su mente la que controlaba sus acciones, algo en su sexo era quien asumía el control. Y la penetración fue el transporte al cielo. Ella solo sentía que debía gemir y disfrutar ese momento, fue un largo orgasmo, delicado y muy intenso. Y cuando quería retener ese macizo miembro en su interior, despertó. Estaba mojada. Y allí se dio cuenta que su cuerpo había cambiado. Estaba sola en su cama. Pero había sido el mejor sueño en mucho tiempo. Le pareció tan real, que a partir de ese momento empezó a recordar cada noche ese sueño, para ver si se repetía. Nunca más ocurrió, pero adquirió una habilidad, que no la abandonaría jamás: con su imaginación era capaz de crear las más increíbles situaciones eróticas y sentirlas como si fueran reales.
Ella, a la edad de 17 años, era una niña-mujer. A veces se comportaba como una mujer y otras como una niña. Ella se daba cuenta de sus contradicciones, y poco a poco las iba entendiendo. Por un lado sentía que algo en su cuerpo, luchaba por emerger: así cada día notaba, al mirarse al espejo, que su cuerpo se iba modelando, dejando las formas infantiles, para empezar a levantarse por acá, a emerger y redondearse por allá, en fin, era la mujer que surgía, como una mariposa surge de la ninfa. Y el cambio le gustaba, sentía una rara pero agradable sensación, cuando se bañaba, y el agua la recorría suavemente. Y cuando se jabonaba, dedicaba un buen rato a masajear las nuevas formas que surgían en ella. Lo mismo ocurría cuando jugaba con los demás muchachos del reino, y de pronto notaba ciertos roces y refriegues, que algo generaban en sus pechos incipientes.
Así, también fue descubriendo, que sus formas nuevas generaban admiración en los muchachos, e incluso en algunos mayores. En mas de un baile, actividad que desde temprano le empezó a gustar, fue apretada un poco mas de la cuenta, al principio, sin que ella advirtiera una segunda intención, y luego, al notar ciertos efectos, incluso provocarlos.
Cuando empezó a darse cuenta de lo que causaba en los muchachos, descubrió que tenía un arma muy importante. Y fue una diversión cotidiana entretenerse con jueguitos de doble significado.
Una mañana, despertó mojada en su entrepierna. Una dulce sensación, un calorcillo interno, afloraba en su sexo juvenil. Durante la noche, había soñado una larga serie de juegos con un joven amigo. Su rostro era indefinido, pero le gustaba su aroma a hombre. Ambos se encontraban en la playa, junto al gran lago del reino, y recorrían sus orillas. Una ligera brisa de verano los acariciaba, mientras caminaban abrazados. Ella sentía latir su corazón. Era el. Era el. Y de pronto, el joven la tomaba y le daba un gran beso. Sus brazos la estrechaban y se sentía protegida. Ambos rodaron por la arena, y sintió que debía abandonarse. Los brazos firmes de el, la acunaban, pero a la vez sus manos, la acariciaban con delicadeza. Ella entrecerraba sus ojos, y se dejaba recorrer su cuerpo. Sentía como si fueran docenas de dedos, que le recorrían su piel. Dedos que levantaban sus prendas, y audazmente surcaban las deliciosas curvas de su cuerpo. Sus pechos turgentes se endurecían con las caricias, alzando sus juveniles pezones, que despertaban por primera vez. Pronto esos dedos fueron más atrevidos, y laboriosos se dedicaron a separar las piernas de ella, buscando el tesoro más preciado y virginal. Ella se sentía en las nubes, y no opuso resistencia. Al contrario, sintió que era preciso despejar la entrada a su rincón íntimo. Y cuando el joven acercó su candente dote viril, ella simplemente se rindió. Jamás había experimentado ese contacto, pero algo en su interior, le dictaba instrucciones. No era su mente la que controlaba sus acciones, algo en su sexo era quien asumía el control. Y la penetración fue el transporte al cielo. Ella solo sentía que debía gemir y disfrutar ese momento, fue un largo orgasmo, delicado y muy intenso. Y cuando quería retener ese macizo miembro en su interior, despertó. Estaba mojada. Y allí se dio cuenta que su cuerpo había cambiado. Estaba sola en su cama. Pero había sido el mejor sueño en mucho tiempo. Le pareció tan real, que a partir de ese momento empezó a recordar cada noche ese sueño, para ver si se repetía. Nunca más ocurrió, pero adquirió una habilidad, que no la abandonaría jamás: con su imaginación era capaz de crear las más increíbles situaciones eróticas y sentirlas como si fueran reales.
4 comentarios:
JAJAJAJ MUY BUENO ,,HACE TIEMPO QUE NO LEIA UN CUENTO TAN CORTO Y PRECISO,,,,SERÁ QUE YA CRECÍ Y NO ME VIENEN CON CUENTOS?
ese es el problema de crecer, ya no se cree en cuentos.
oye, muy buen relato, breve y preciso y precioso.... me recordé de mis baños juveniles, que los alargaba mas de la cuenta.....
Vivi un cuento una vez,pero así como comienza tambien termina ,siendo solo un cuento!!!
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