lunes, octubre 24, 2005

La fantasía (Cap. II)


"Susana, te presento a Sandra". Me quedé como petrificada, supongo que no se me debía ni entender lo que hablaba. Ella empezó a reírse, muy simpática: supongo que notó lo nerviosa que estaba. Me acerqué y le pedí su abrigo para colgarlo.
Sandra apenas debía medir 1,55 (si es que llegaba); pelo muy cortito, con flequillo, negro (teñido). Ojos verdes, y piel muy blanquita. Delgadita, pero con formas. Llevaba un vestidito negro, algo cerrado a la altura del cuello, y más bien corto por abajo, no le llegaba a las rodillas. Medias negras de fantasía, con calados, y zapato no muy alto. Y tenía las manos heladas (es curioso de lo que se acuerda una, de las cosas más absurdas). Cuando fui a saludarla, se produjo un instante curioso: le sacaba como veintitantos centímetros de altura y me pareció que era liviana como una pequeña pluma. La abracé y me parecía que se encogía entre mis brazos. Las dos nos dimos cuenta, y nos reímos como tontas.
Pasó al salón, mientras Carlos me llevaba aparte. Me dijo que no me preocupara por el tiempo, que la había contratado toda la noche. Viéndola, me imaginé que debía haber costado un dineral (no parecía una puta barata), pero decidí no pensar en ello.
Cuando pasé al salón, ella ya se había sentado en el sofá. Nos sentamos todos, puse bebidas (ella pidió una coca cola, y yo me tomé un ron con hielo), y hablamos de tonterías. Un poco más calmada, me fijé en su cara. Nada más verla entrar, la impresión que me dio fue la de una niña, por su tamaño y sus facciones. Ahora, por las marquitas junto a los ojos, las pequeñas arruguitas cerca de la boca, me daba cuenta que, si bien era joven, debía andar cerca de los treinta.
Al cabo de unos instantes de hablar de tonterías, Sandra tomó mi vaso de ron, le echó un pequeño sorbito, y cortó por lo sano. "Bueno, chicos, yo no sé de vosotros, pero yo he venido aquí a divertirme, así que habrá que ponerse manos a la obra". Nos quedamos sonriendo, como tontos. "¿No tienen algún vídeo?" En ese momento no teníamos ninguno. Por suerte vengo preparada, dijo ella, al tiempo que abría su bolso, pasando a mi marido el video. Al poco de empezar, nos dimos cuenta que era un vídeo porno sólo de chicas.
Bueno, el caso es que el vídeo seguía su marcha, y todos estábamos como paralizados. Al cabo de unos minutos, Sandra me preguntó dónde estaba el servicio. Salió, y Carlos y yo nos miramos, se nos notaba a la legua la excitación, pero también que no sabíamos cómo empezar. Sandra volvió enseguida, y se sentó en el sofá, donde estaba (junto a Carlos, yo estaba en un sillón al lado), pero se quitó los zapatos y subió los pies al sofá, recogiéndose las piernas en un ovillo.
Seguimos viendo el vídeo. Yo creo que los latidos de mi corazón debían de oírse en todo el cuarto. Entonces, Sandra me dijo: "Susana, ¿te importa si tomo un poco más de tu ron?". La miré para decirla que no, que no me importaba, pero mientras le contestaba, ella, cuando supo segura que la estaba mirando, abrió las piernas frente a mí, apenas unos segundos, y las volvió a cerrar. En ese preciso instante me di cuenta que había ido al baño a quitarse algo: bajo las medias no llevaba absolutamente nada. Y creí ver algo que más tarde confirmé.
Me quedé con la palabra en la boca, como una idiota, mientras ella me miraba a los ojos, me sonreía, y se bebía mi ron. Acto seguido, se giró un poco, para ponerse frente a la televisión y, como quien no quiere la cosa, dejó caer su mano sobre Carlos, sobre el cierre de su pantalón. Empezó a acariciarle el bulto por encima del pantalón, mientras él me miraba a mí, como disculpándose. Antes de que nadie dijera nada, Sandra, sin dejar de mirar la tele, bajó el cierre, con una sola mano, la metió dentro, y comenzó a extraer la verga de Carlos. Mi hombre estaba totalmente erecto, así que tuvo que desabrocharle también el botón del pantalón para poder sacarla. Estaba empapada de su líquido preseminal, y este se impregnaba en sus calzoncillos. Sandra, sin dejar de mirar la tele, empezó a masajearle suavemente la polla, haciéndole una paja muy lenta, muy lenta, subiendo y bajando su piel y descabezando su capullo.
Supongo que eso suponía ya el inicio de las hostilidades. Sentí ganas de decir: oooye, esa es mi verga¡¡¡¡, pero no sabía muy bien cómo actuar. Eso sí: tenía la sensación de que iba a mojar hasta el sillón con mis flujos. La escena me tenía muy excitada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero màs!!!!!!!!!!!