miércoles, octubre 26, 2005

La fantasía (Cap. V)


"Quítatelo todo y siéntate ahí", le dijo, "y mira como me come tu mujer". Le sonreí, haciéndole ver que todo iba bien, y seguí lamiéndola. Ella empezó a mover sus caderas, como en un baile sensual, supongo que para aumentar el espectáculo a ojos de Carlos, hasta que al cabo de unos instantes la oí susurrarle "ven". Él se acercó por detrás de mí, y supongo que ver mi grupa levantada mientras me comía a otra chica debió de resultar una tentación demasiado fuerte, o que ella le hizo señas para que lo hiciera, porque metió su mano en mi entrepierna, abrió mis labios y, sin mayores preámbulos, pero sin violencia ni obstáculos (estábamos totalmente lubricados), me penetró. Le sentí entrar hasta el fondo: mi posición –en cuatro sobre el lecho– y su excitación hicieron que pareciera penetrar más allá de lo habitual. Empezó a bombearme, y después de tantos años follando juntos, supe entender por la manera de hacerlo que no tenía intención de acabarme rápido, que estaba disfrutando del espectáculo. Le gustaba verme así, seguramente le gustaba verla también a ella, y gozaba. Todo era mejor que en nuestra fantasía. Yo también estaba tranquila, hasta que empecé a sufrir otra pequeña crisis, y notaba que me iba a correr. Lo dije, y Carlos pasó sus dedos a mi clítoris, masturbándome al tiempo que me follaba. Pero Sandra le paró: "¡no! ¡déjame a mí!". En un instante, se volteó, cambió su posición, reptó boca arriba hasta debajo de mi coño y empezó a lamerme mientras me volvía a encajar el suyo en mi boca. Estábamos haciendo un sesenta y nueve a la mayor gloria de mi marido, que seguía empujándome.
Así que sintiendo los dedos de él, los de ella y, oh goce, la boca de ella como una ventosa en mi clítoris, exploté. Fue tan lánguida toda la preparación, y tan fuerte el estallido final, que hube de hacer esfuerzos para no derrumbarme sobre la cama, para que mis manos pudieran aguantar mi peso. Empecé a gemir, casi a llorar, de felicidad, a encadenar un orgasmo con otro, a desearle a todo el mundo que fuera feliz. Casi llorando, le pedí a Sandra que le estrujara los testículos a Carlos: "cuando se vaya a correr, cuando se vaya a correr, apriétaselas un poquito… le encanta… por favor". "Vale, pero que cuando vaya a correrse, lo diga, que lo quiero en mi boca… ¿me vas a dejar, Susana? ¿Me vas a dejar que me tome la leche de tu marido, para mí?". Era una auténtica puta: sabía tocar la fibra especial de cada uno para aumentar aún más la excitación. "De acuerdo. Pero avísame. Quiero verlo".
Esta conversación, los manejos de las manos y la boca de Sandra en sus suaves bolas, (luego me dijo Carlos que, mientras él me follaba, Sandra con una mano estrujaba sus huevos y con la otra rodeó su polla, haciéndole una paja a cada embestida que me daba), todo eso, debió resultar excesivo para mi marido. Avisó que no podía más, y todos cambiamos posiciones. Sandra se puso frente a él, le tomó la polla en la boca y empezó a chupársela a un ritmo fuerte, mientras le pajeaba, para acabarle. Yo me senté a su lado, le pasé un brazo alrededor a Sandra, abrazándola y pellizcándole un pezón, mientras con la otra mano apretaba los huevos de Carlos. Ella sería muy puta, pero yo era su mujer, se lo había hecho muchas de veces después de la sesión del famoso relato que nos inició en esta senda de placer, y sabía exactamente dónde y cómo apretárselos, y Carlos suspiró cuando lo hice. Sabía que ya le quedaba poco tiempo. Al oído le murmuré a Sandra que no se lo tragara. Ella me miró, con la verga de Carlos en su boca, y por sus ojos supe que sonreía, y que entendía lo que le pedía. Aceleró su ritmo, Carlos empezó a decir barbaridades, y soltó su leche mientras yo le atenazaba los testículos, y se los soltaba poco a poco.
El primer chorro debió de sorprender a Sandra (Carlos suele acumular mucho semen, no sé por qué), pero ya después pudo ir "gestionándolo" en su boca… hasta que empezó a escurrírsele por la comisura de los labios. Me acerqué a su cara, y empecé a lamer la leche de mi marido en sus mejillas. Sandra, automáticamente, liberó la polla y acercó su boca a la mía: me tomó con su mano libre la cabeza, me la inclinó un poco, aplicó sus labios a los míos, y empezó a trasvasarme la leche de su boca a la mía, ayudándose con su lengua, que de vez en vez se enlazaba con la mía. Yo me tragaba la leche, mientras respondía a sus besos, y le daba las últimas sacudidas al miembro de Carlos para que se vaciara del todo. Carlos, cuando está muy excitado (y esta vez lo estaba) suele poder llegar dos veces seguidas. La segunda, sólo con la mano, sólo sabiendo el ritmo preciso, y soltando mucho menos leche y mucho más líquida, menos densa. Pero lo suelta. Le dije a Sandra que mirara, y le masturbé a todo ritmo. Ella le toqueteaba con las yemas de sus dedos en la base de su escroto, y a los diez segundos él soltó esos dos o tres chorros que se fueron a parar directamente contra los pechos de Sandra.
Nos miramos todos, Sandra empezó a sonreir: "son una pareja curiosa, y muy rápida para gozar". Se tumbó boca arriba, y nos hizo señas para que nos acostáramos a su lado, uno a cada lado. Nos relajamos un rato, hablando de cosas, de lo que nos gustaba hacernos en la cama, de las ganas que teníamos de meter a otra chica en la cama, y de lo contentos que estábamos de que fuera ella. Los dos parecían estar muy pendientes de mí, de mis reacciones: supongo que lo habrían hablado antes de venir. (Continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los comentarios estan demás,,,,,,excelente!!!!!!!