martes, noviembre 22, 2005

Amor en el estacionamiento (Final)


Cuando alcancé de nuevo el orgasmo, Carmen bajó un poco su cabeza, y lamió mi coño para saborear todo lo que manaba de él. Pero pronto la aparté hacia atrás y la coloqué tumbada contra el respaldo y le introduje un dedo en su agujerito. Lo que de verdad me apetecía (ya me había olvidado completamente de Danilo) era lamerle aquel precioso chochito a mi nueva amiga, para agradecerle lo que me había hecho, de modo que me arrodillé ante ella, y comencé a introducir mi lengua en su aromático sexo, dejando totalmente al descubierto mis nalgas y mi coño muy hinchado a Danilo. Yo seguía chupando y saboreando aquellos nuevos sabores que tenía ante mí, cuando noté una lengua más áspera y más larga en mi coño de nuevo. Casi me volví a correr, pero Danilo siguió dándome placer con su lengua y yo hacía lo mismo con Carmen, que se corrió también entonces, y mi paladar encontró un nuevo sabor. Era como néctar de pera, aunque ligeramente salado. Lo sentí exquisito y me sonreí por la situación.
Ya solo quedaba que Danilo nos penetrara con aquel enorme falo erectísimo que tenía, y como era de esperar, fue Carmen la que tuvo la primera oportunidad. La verga se metió en su concha, y supe por qué había gritado la mujer. Parecía imposible que esa masa entrara en un recinto tan pequeño, pero lo hizo con facilidad, Carmen era engañadora. Mi mente la imaginó penetrada por el miembro de Carlos, sin duda le entraría muy bien y hasta el fondo. Yo sabía bien que hacer en esos casos, mientras follaban, así que me puse a lamer aquellos grandes pezones rosados que tenía enfrente, con algún ocasional beso para ambos amantes. Pronto se volvió a correr Carmen, y Danilo y yo nos peleamos por recoger sus líquidos con nuestras lenguas, para beneficio de Carmen, que nada más correrse se encontró con dos lenguas en su abertura ansiosa y gozadora.
En ese momento, decidí hacer uso de mi experiencia, así que tomé esa verga grandiosa, pues la quería sentir dentro de mí, y si había suerte Danilo se correría, pues no le debía faltar mucho. Aquella gran polla se introdujo entre mis piernas por atrás, montándome como si fuera un animal, y Carmen acercó su cara a la mía para juntar nuestras bocas. Su lengua estaba muy caliente, al igual que la polla de Danilo, que yo sentía que iba a estallar dentro de mi, lo que me hacía entrecerrar mis ojos de puro gusto. Me encontré gritando y gimiendo, pensando que no soportaría que me la metiera mas adentro, pero al mismo tiempo quería que me llenara. Gemía y gritaba que estaba a punto de correrme, y Carmen se agachó para recoger todos mis flujos con sus labios. Sin embargo Danilo seguía follándome, y muy inesperadamente para mí, sacó su polla de mi orificio cuando yo ya pensaba que no podía más, y dejó a Carmen que me siguiera chupando. Pero el muy listo no se había corrido aún, y decidió penetrar en mi trasero, cosa que por lo visto Carmen nunca le había dejado hacer. Yo, sumida en el gran placer que me daba la lengua de Carmen, sus labios que chupaban mis jugos, y un poco mareada por el calor que allí había, no opuse gran resistencia, aunque no pudo meterla entera a pesar de que mi culito estaba muy lubricado con los jugos de Danilo, De modo que curvada contra el asiento, una polla presionando mi culo, una lengua caliente retozando por mis labios inferiores, y cuatro manos por el resto de mi cuerpo, no pude evitar llegar a un nuevo orgasmo, mientras el muchacho hacía lo mismo, extrayendo su polla de mis nalgas y corriéndose abundantemente sobre mi espalda, en riadas que se deslizaban por mis caderas y cintura, hacia mis ingles, por donde bajaban a raudales hacia mi sexo, donde Carmen se dedicó a sorber con su lengua, con gran placer para mi clítoris, beneficiado con la voracidad de esa boca caliente. Sentía choques eléctricos en todo mi interior, mi vagina se recogía y mi clítoris latía y pulsaba, brindándome sensaciones que eran desconocidas.
Nos vestimos, riendo alegremente por las locuras hechas, y les dije que me habían hecho gozar como bestia.
Me alejé hacia mi coche, con mi vulva inflamada y mojada. Apenas pude sentarme, sintiendo mi culo todavía ardiendo por la grandísima verga que había alojado. Encendí y me alejé, embriagada por el placer y feliz por la nueva experiencia. Sentía que había estado más cerca del placer total. Carlos sabría disfrutar esa noche de la historia, y me apuré para planificar las nuevas jornadas eróticas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ummm me han encantado las dos partes... atrevido y excitante, decididamente... me gustas mucho.

Un besito.