
En el salón había un silencio sepulcral, sólo el roce de mis dedos entre mis piernas y un pequeño jadeo mío era lo que resonaba en el ambiente, por lo que trataba de contener la respiración, pues no quería que mi marido me viera así….. Sin darme cuenta ya tenía la mano por el interior de mi pequeña prenda y jugaba con mi vello, entresortijándolo como si fuese el pelo de otra persona, iba poco a poco jugando con parte de mi sexo y calentándome a cada rato mucho más, sólo el ruido que hizo mi marido en ese momento, hizo que yo dejase de leer y retirara el relato hacia un lado instintivamente. Me había visto y me sentí como una niña cogida haciendo algo malo.
El estaba mirándome absorto, me puse muy nerviosa y por un momento creí que me iba a decir algo grosero. Pero no, se levantó muy sigilosamente y se marchó a cerrar la puerta de la habitación.
Lejos de sentarse conmigo a su vuelta, y decirme algo, como yo esperaba, se quedó de nuevo sentado sobre su mesa de trabajo observándome a través de sus gafas. Me di cuenta enseguida de que seguramente estuvo mirando todo el tiempo, pero creo que mi imagen lo había puesto tal vez en el mismo estado de ensoñación y exaltación que el texto me causaba a mí. Tengo que reconocer que la situación era de lo más alocada que recuerdo, él me veía y no decía nada, tal vez quería saber hasta donde podría llegar yo.
Así que seguí con el relato, ahora sabiendo que mi marido me estaba mirando, eso hizo que el morbo aumentara mucho más en mí. La mano se introducía directamente entre mi prenda íntima y mi sexo, me estaba poniendo tan caliente y excitada como jamás lo había estado. El relato casi me pedía que siguiera así, mis dedos iban tocando los labios de mi sexo una y otra vez. Empecé a notar toda la humedad que tenía, mi dedo frotaba el clítoris repetidamente al mismo tiempo que leía el relato.
Una y otra vez sin parar el dedo se movía por mi sexo, era tan excitante, que en un momento dado lo introduje un poco y empecé a sentir tanto placer en esos instantes, que dejé un momento el relato a un lado y miré a mi marido. Noté en sus ojos que estaba alucinado y al mismo tiempo muy estimulado también. Sin duda, no daba crédito a lo que estaba sucediendo con su mujer tan recatada y conservadora, pero me dejaba seguir. Introduje más dos dedos en el interior de mi vagina y supe que me iba a llegar un orgasmo, ese placer tan delicioso que siempre me derretía. Con Carlos era frecuente que sintiera ese goce, pues me amaba y sabía pulsar cada cuerda de mi cuerpo, para sacar las notas más eróticas, pero era la primera vez en mi vida que lo iba a tener así, con jadeos y con mis propios dedos. Tengo que reconocer que somos muy típicos cuando hacemos el amor, tengo suerte de tener siempre un orgasmo, antes que él, pero es todo tan suave, tan formal casi, que lo que estaba sintiendo ahora era novedoso, fuera de esquemas. Y me gustaba.
El estaba mirándome absorto, me puse muy nerviosa y por un momento creí que me iba a decir algo grosero. Pero no, se levantó muy sigilosamente y se marchó a cerrar la puerta de la habitación.
Lejos de sentarse conmigo a su vuelta, y decirme algo, como yo esperaba, se quedó de nuevo sentado sobre su mesa de trabajo observándome a través de sus gafas. Me di cuenta enseguida de que seguramente estuvo mirando todo el tiempo, pero creo que mi imagen lo había puesto tal vez en el mismo estado de ensoñación y exaltación que el texto me causaba a mí. Tengo que reconocer que la situación era de lo más alocada que recuerdo, él me veía y no decía nada, tal vez quería saber hasta donde podría llegar yo.
Así que seguí con el relato, ahora sabiendo que mi marido me estaba mirando, eso hizo que el morbo aumentara mucho más en mí. La mano se introducía directamente entre mi prenda íntima y mi sexo, me estaba poniendo tan caliente y excitada como jamás lo había estado. El relato casi me pedía que siguiera así, mis dedos iban tocando los labios de mi sexo una y otra vez. Empecé a notar toda la humedad que tenía, mi dedo frotaba el clítoris repetidamente al mismo tiempo que leía el relato.
Una y otra vez sin parar el dedo se movía por mi sexo, era tan excitante, que en un momento dado lo introduje un poco y empecé a sentir tanto placer en esos instantes, que dejé un momento el relato a un lado y miré a mi marido. Noté en sus ojos que estaba alucinado y al mismo tiempo muy estimulado también. Sin duda, no daba crédito a lo que estaba sucediendo con su mujer tan recatada y conservadora, pero me dejaba seguir. Introduje más dos dedos en el interior de mi vagina y supe que me iba a llegar un orgasmo, ese placer tan delicioso que siempre me derretía. Con Carlos era frecuente que sintiera ese goce, pues me amaba y sabía pulsar cada cuerda de mi cuerpo, para sacar las notas más eróticas, pero era la primera vez en mi vida que lo iba a tener así, con jadeos y con mis propios dedos. Tengo que reconocer que somos muy típicos cuando hacemos el amor, tengo suerte de tener siempre un orgasmo, antes que él, pero es todo tan suave, tan formal casi, que lo que estaba sintiendo ahora era novedoso, fuera de esquemas. Y me gustaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario