
No ponía nada más. Aún así una sonrisa ilumina su cara. No tarda en sentarse para contestarle:
“Yo también te he echado de menos. Te he recordado tantas veces que se me olvidó desde cuando me faltas. Mis manos imitan las tuyas tantas veces que no soporto más sin sentir tu piel y tu aliento junto a mi pecho. No tardes por favor” Le da al botón de enviar y, con energía renovada, se levanta resplandeciente delatando su excitación e irradiando ilusión. Va de un lado para otro dentro de la casa y ni siquiera repara en que momento se quita la bata. Desnuda, tal como vino al mundo, sigue con sus tareas. No deja de pensar en el momento del reencuentro. Recuerda cada vez con más nitidez aquellos momentos pasados de amor, de desenfreno, de lujuria, de génesis y conversión. Al fin, sin casi darse cuenta, se desocupa y echando una ojeada alrededor respira satisfecha. En ese momento es cuando se percata de que no llevaba nada puesto y, tras la sorpresa inicial, ríe y se gasta bromas picantes a sí misma mientras va al baño.
-“Debo parecer una loca” dice riéndose y guiñándole un ojo a su propia imagen desnuda reflejada en el espejo del baño. Saca la lengua y, moviéndola de forma rápida y obscena, rompe en una carcajada.
Entró a la ducha. El agua caliente la envuelve y la reconforta. Piensa en él besándola, acariciándole el rostro y susurrándole hermosas palabras al oído. Se imagina en una pequeña playa rodeada por inmensos arrecifes a la que sólo se puede llegar por mar. Una arena blanca resplandece ante las olas y dos palmeras se entrelazan jugando con el sol. Una cascada, al fondo, cae de entre las rocas hacía una pequeña poza de agua dulce y cristalina, rodeada de hierba y diminutas flores de todos los colores. El ambiente alrededor esta difuminado por el agua en suspensión creando un arco iris. Volvió en sí cuando se terminó el agua caliente de la ducha. Como siguiendo un antiguo ritual, seca cada parte de su cuerpo, imaginando que viene él a enjugar cada gota de agua, acariciando su piel con una suave toalla, y dedicando minutos interminables a su pubis cuidadosamente depilado, y luego se perfuma delicadamente para conferir a su cálida dermis el aroma de lavanda que sabe, lo deleita.
“Yo también te he echado de menos. Te he recordado tantas veces que se me olvidó desde cuando me faltas. Mis manos imitan las tuyas tantas veces que no soporto más sin sentir tu piel y tu aliento junto a mi pecho. No tardes por favor” Le da al botón de enviar y, con energía renovada, se levanta resplandeciente delatando su excitación e irradiando ilusión. Va de un lado para otro dentro de la casa y ni siquiera repara en que momento se quita la bata. Desnuda, tal como vino al mundo, sigue con sus tareas. No deja de pensar en el momento del reencuentro. Recuerda cada vez con más nitidez aquellos momentos pasados de amor, de desenfreno, de lujuria, de génesis y conversión. Al fin, sin casi darse cuenta, se desocupa y echando una ojeada alrededor respira satisfecha. En ese momento es cuando se percata de que no llevaba nada puesto y, tras la sorpresa inicial, ríe y se gasta bromas picantes a sí misma mientras va al baño.
-“Debo parecer una loca” dice riéndose y guiñándole un ojo a su propia imagen desnuda reflejada en el espejo del baño. Saca la lengua y, moviéndola de forma rápida y obscena, rompe en una carcajada.
Entró a la ducha. El agua caliente la envuelve y la reconforta. Piensa en él besándola, acariciándole el rostro y susurrándole hermosas palabras al oído. Se imagina en una pequeña playa rodeada por inmensos arrecifes a la que sólo se puede llegar por mar. Una arena blanca resplandece ante las olas y dos palmeras se entrelazan jugando con el sol. Una cascada, al fondo, cae de entre las rocas hacía una pequeña poza de agua dulce y cristalina, rodeada de hierba y diminutas flores de todos los colores. El ambiente alrededor esta difuminado por el agua en suspensión creando un arco iris. Volvió en sí cuando se terminó el agua caliente de la ducha. Como siguiendo un antiguo ritual, seca cada parte de su cuerpo, imaginando que viene él a enjugar cada gota de agua, acariciando su piel con una suave toalla, y dedicando minutos interminables a su pubis cuidadosamente depilado, y luego se perfuma delicadamente para conferir a su cálida dermis el aroma de lavanda que sabe, lo deleita.
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