
(Foto gentileza de Stan Trampe)
Oía una voz suave y distante pronunciando su nombre con parsimonia. Una sombra avanzaba lentamente en la que creía distinguir una forma humana. Esperó a que se acercara y constató que era un hombre. -“Sólo puede ser él” pensó
La luz que atravesaba la niebla a través de la ventana se intensificó hasta casi cegarla. La voz retumbaba más y más fuerte en su mente. Tuvo que cubrirse los ojos con la mano porque la luz le hacía daño. Se sintió confusa y el miedo le puso los pelos de punta.
La figura se definía, ya precisa. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, él estaba delante de ella. El ruido cesó, la luz se suavizó.
-Amor, dijo de nuevo. Ella le mantuvo la mirada hasta que las lágrimas delataron su emoción, su fragilidad.
-“Estas bellísima, amor” contestó por fin revisando su cuerpo medio envuelto en sedosos vapores. Consiguió, una vez mas, que se sonrojara. -“Al fin has vuelto. ¿Dónde estabas?” le preguntó con alegría desbordada pero intentando mantenerse serena. Él, sin dejar de mirar a través de las transparencias se mantuvo en silencio.
Ella no sintió deseos de saber más.
-“El tiempo que transcurre durante una espera anunciada es mas valioso que toda una vida sin esperar nada ni a nadie.” Continuó diciendo, y “Eres tu la que me traes con tu espera” acabó susurrando él con una sonrisa.El mismo brillo en los ojos, la misma seguridad en los labios. Esa inquietante forma de mirarla como si pudiese atravesar no sólo sus ropas sino también su intimidad, su alma. Estaba tal como ella le recordaba. Pasó la mano por su pelo y él posó la palma sobre su mejilla. Se miraron, se sonrieron y sin palabras se lo dijeron todo. Sentía una enorme necesidad de abrazarle, de besarle, de apretarle contra su pecho, de que la abrazara y no la soltara jamás. Justo cuando iba a decírselo, él la silenció posando la yema del dedo índice sobre sus labios. Con un gesto, bella, ardiente y convencida, se ofreció en sacrificio. -“Tómame”
La luz que atravesaba la niebla a través de la ventana se intensificó hasta casi cegarla. La voz retumbaba más y más fuerte en su mente. Tuvo que cubrirse los ojos con la mano porque la luz le hacía daño. Se sintió confusa y el miedo le puso los pelos de punta.
La figura se definía, ya precisa. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, él estaba delante de ella. El ruido cesó, la luz se suavizó.
-Amor, dijo de nuevo. Ella le mantuvo la mirada hasta que las lágrimas delataron su emoción, su fragilidad.
-“Estas bellísima, amor” contestó por fin revisando su cuerpo medio envuelto en sedosos vapores. Consiguió, una vez mas, que se sonrojara. -“Al fin has vuelto. ¿Dónde estabas?” le preguntó con alegría desbordada pero intentando mantenerse serena. Él, sin dejar de mirar a través de las transparencias se mantuvo en silencio.
Ella no sintió deseos de saber más.
-“El tiempo que transcurre durante una espera anunciada es mas valioso que toda una vida sin esperar nada ni a nadie.” Continuó diciendo, y “Eres tu la que me traes con tu espera” acabó susurrando él con una sonrisa.El mismo brillo en los ojos, la misma seguridad en los labios. Esa inquietante forma de mirarla como si pudiese atravesar no sólo sus ropas sino también su intimidad, su alma. Estaba tal como ella le recordaba. Pasó la mano por su pelo y él posó la palma sobre su mejilla. Se miraron, se sonrieron y sin palabras se lo dijeron todo. Sentía una enorme necesidad de abrazarle, de besarle, de apretarle contra su pecho, de que la abrazara y no la soltara jamás. Justo cuando iba a decírselo, él la silenció posando la yema del dedo índice sobre sus labios. Con un gesto, bella, ardiente y convencida, se ofreció en sacrificio. -“Tómame”
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