
El silencio fue el siguiente protagonista de la noche. Me fui al baño, y abrí suavemente la ducha para enfriar mi calentura. Pero era difícil, mi verga no atenuaba su rigidez. Varias veces me había pasado, en todo caso. Me la corría, pero hacían falta dos o tres más para bajármela. Estaba en eso, cuando se abrió la puerta. Había olvidado cerrarla. Y entró ella. Mi tía. Cubierta solo con su camisón de seda, más abierto que antes, sus pechos coronados con unos pezones muy erguidos, y su sexo, con un pequeño mechón de vellos. Perdón, estabas tú,…, dijo ella, al tiempo que cerraba la puerta, y trataba de cubrirse. Pero ¿qué estás haciendo, mi niño…?, Yo estaba ahí, en pelotas, con mi verga en la mano. No supe qué decir, mientras ella se acercaba… Pero, por favor, mi niño, como haces esto tan tarde. Es que tú tienes la culpa, tía, atiné a decir…, tuú me dejaste así, …. Ella vaciló un instante, y luego, se arrodilló en el piso, al tiempo que me tomó la verga con una mano, mientras con la otra se acarició su sexo.
No podemos dejar las cosas así, dijo ella, y comenzó a darme una corrida celestial. Ahí estaba yo, de pie, con mi verga tiesa, y abajo mi querida tía, con sus labios tan cerca, tan cerca, cada vez mas. Sentí que se la metería en su boquita. Y pasó. Mi verga fue absorbida por sus labios, y su lengua, sus dientes, su paladar, me empezaron a dar la primera mamada y la más grandiosa hasta ahora. No duré ni dos minutos, y lancé mis chorros en su boca. Ella no soltaba mi pene, mientras sus manos me recorrían las bolas, mis nalgas. Mi cuerpo sentía cosas desconocidas. Jamás, ni en la mejor de mis pajas, había experimentado lo que sentía ahora. Nunca había imaginado que sentir sus dedos en mi culo me harían redoblar mis jugos. Cada gota se quedaba en su garganta, que ella tragaba con delicia. Sentí que mis piernas se doblaban. Me senté en el borde de la tina de baño, antes de caer. Ella se levantó, y puso su sexo en frente de mi cara. Ahora mi niño, si le gustó lo que le hizo su tía, me dará de lo mismo… dijo ella. Mientras con sus dedos entreabría esa vulva rosada y cuidadosamente depilada, coronada por un mechón cuidadosamente recortado. Era una vulva hermosa, como las de esas mujeres ricas que veía en las fotos. Su aroma era embriagador. Y accedí a cumplir con lo solicitado. Primero mis labios, besando tímidamente esos pliegues fantásticos. Usa tu lengua, mi niño, me susurró. Mi lengua se hundió en el calor húmedo de su coño. Asssssiiii, asssssiiii, gemía mi tía. Que rico…. Sigue, sigue. Era sensacional su sabor, su aroma, su humedad. No imaginaba que el sexo femenino eyaculara, pero ese sexo delicioso, lo hacía, chorreaba un jugo salado, que bebí con dedicación. Comprendí que debía brindarle a mi tía lo que quisiera. Y aplicando lo visto, recorrí su culo firme, con mis manos, entreabrí sus nalgas y exploré esos rincones ignotos para mí. Ella gemía, cada vez más seguido. Sentí que su cuerpo se estremeció completo. Y su pelvis comenzó a mecerse agitadamente contra mi cara, como queriendo que mi lengua la penetrara cada vez más. Hubiera querido que mi lengua fuera más larga y entrar hasta su más recóndita profundidad. Pero no fue necesario, pues el orgasmo intenso que experimentó, me hizo sentir que mis caricias habían sido más que suficiente. Era como si mi tía se deshiciera en mis brazos. Me abrazó estrechamente, y nos besamos intensamente.Pero mi verga no disminuía. Había vuelto a crecer y ya estaba en toda su altura. Quería algo más. Mi tía estaba con el rostro congestionado, sus ojos me miraban como nunca me había mirado. Era como una fiera, sus labios enrojecidos, y su lengua los humedecía al observarme. Era como si estuviera planeando su próxima jugada. Mi pequeño hombrecito… eres tan rico, tan firme. Que maravilla de verga tiene, mi niño. Así me gustan…. Te voy a enseñar algo más… me dijo. Se volteó y dándome su estupendo lomo, acercó su culo fenomenal, a mi verga parada, la tomó con una mano, mientras con la otra se entreabría sus nalgas…. Dámelo aquí…. Me dijo. Tienes que darme esa cosita rica. Vamos, y manteniendo mi tiesa verga en su mano se la encajó entre sus nalgas. Comenzó a frotarla de arriba abajo en su culo. Mi jugo lubricó su agujero, y luego comencé a hundirla. Lentamente. Ella guiaba todo. Sentí como su agujero se abría a mi paso. Y suavemente ella empezó a metérsela, centímetro a centímetro. Mi verga estaba de pronto entera en su culo. Y ella se movía cadenciosamente. Para atrás, para adelante. Sus músculos me apretaban suavemente la verga. No resistí, apenas unos segundos, y ese tratamiento de masaje anal que mi tía me daba, surtió un efecto tremendo en mi pene. Lancé otra vez chorros de jugo, en su interior. Mi vista se nubló. Era demasiado para una noche. Mi primera vez estaba siendo monumental. Di un gemido, que pareció aullido. Mi tía, se retiró y me dio un beso ardiente y húmedo. Ahora te vas a acostar como un buen niño. Me dijo, al tiempo que me sacaba del cuarto de baño. Quedé allí, en el pasillo, hecho un guiñapo. Mi verga fláccida, pero con un gozo interno, que no podría describir. Esa noche si que me dormí como un angelito.
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