
Por la mañana decidí que ya qué a mi jefe le gustaba tanto verme desnuda, le complacería poniéndome un vestido tipo chanel que me llega a media pierna y se abotona por el frente con una decena de botones, con la intención de agradar a mi jefe y amante totalmente desnuda bajo el vestido.
Llegando a la oficina enseguida me dirigí al baño despojándome de mi ropa intima. Aún no llegaba mi jefe y ya estaba un tanto húmeda pensando en lo que esa mañana podría suceder. Mi idea para ese día era, pasara lo que pasara, beber todo el semen de mi amante, pues se transformó en un audaz reto poder tragar ese cúmulo de jugo que mi jefe era capaz de arrojar en su orgasmo, sin desperdiciar una sola gota de ese delicioso néctar erótico.
Por fin llegó, solo nos saludamos con la mirada y una sonrisa coqueta y provocativa. Tal vez a primera vista le pareció poco atractivo mi vestuario, pero le tenía reservada una exquisita sorpresa o cuando menos eso esperaba yo, llena de lujuria por mamar ese enorme plátano que tiene mi jefe y amante por verga.
Pasaron algunos minutos antes de que a través de la extensión telefónica me indicara que pasara a su oficina. Antes de levantarme de mi lugar, desabroché el botón superior y los dos últimos del vestido, un tanto nerviosa a pesar de lo que ya habíamos vivido. En cuanto se abrió la puerta de su oficina desabroché el segundo botón de arriba, dejando ver la curvatura de mis senos. Al entrar, mi jefe ya me esperaba de pie y enseguida me abrazó por la cintura y yo a él por el cuello, besándonos en la boca apasionadamente. Como ya se había hecho costumbre, sus manos se posaron en mis nalgas acariciándolas suave y lentamente, tal vez buscando el contorno de mis pantaletas para adivinar como eran, no encontró nada y me preguntó de qué color y estilo era mi ropa interior.
Por toda respuesta me di media vuelta y caminé unos cuantos pasos, al tiempo que velozmente me desabotonaba por completo el vestido, hecho lo cual me di vuelta abriendo por completo el vestido y dejándolo caer a la alfombra. Se quedó sorprendido de verme totalmente desnuda, posé para él dando algunos pasos y vueltas para que pudiera admirar mi cuerpo, en todos los ángulos posibles. Yo disfrutaba al ver el efecto que causaba en mi jefe, el que solo me miraba y hacia exclamaciones ponderando mi cuerpo, en especial mis nalgas y la escasa vellosidad que cubría mi sexo, mientras simultáneamente extraía su hermosura totalmente erecta, y blandiéndola ante mis ojos, que extasiados, seguían su bamboleo. Me acerqué lentamente a él abrazándonos nuevamente, le saqué su corbata y me la puse en el cuello, enseguida coloqué su enormidad entre mis piernas aprisionándola entre ellas y mi vulva, sentí su linda macana como asomaba su glande por debajo, hasta mas allá de mis nalgas y se humedecía con mis jugos, a esas alturas ya abundantes, mientras nos besábamos como desesperados, mordisqueándonos mutuamente nuestras lenguas.
El licenciado me chupaba los pezones, logrando que se endurecieran y acariciaba la parte alta de mis muslos, nalgas y espalda. Me hizo girar y acomodó nuevamente su arma, esta vez desde atrás, entre mis piernas y nalgas. Con una mano frotaba mis pechos y con la otra hurgaba con exquisita delicadeza entre los pliegues de mi sexo, mientras me besaba en la nuca, entre mi cabello. Yo movía mis caderas tratando de masturbarle su enormidad entre mis muslos, y con mis dedos le sobaba la cabeza de su lindura sexual que salía por debajo de mi sexo, asomando entre mis labios púbicos. Durante unos instantes disfruté de esa novedosa entretención, hasta que no pude aguantar más las sensaciones que me provocaba la escena y deshaciendo la pose, giré mi cuerpo hacia él. Me agaché para colmar de besos su vergota que se encontraba llena de mi secreción íntima, y la lamí por completo. Le propiné sonoros besos y, sin mas metí la cabeza de su rico pene en mi boca, mamándoselo con lujuria desmedida, procurando meter una buena porción de verga hasta llegar a mi garganta, mientras le masturbaba con una mano el gran trozo del tronco que quedaba fuera de mi boca y con la otra mano le acariciaba sus lindos huevotes. Así duramos varios minutos, aun era temprano para que se viniera en mi boca y había que prolongar ese delicioso placer, así que me puse de pie y me coloqué el vestido abotonándolo él mismo, luego le di otros besitos en su poderoso órgano viril y traté de guardárselo dentro del pantalón sin lograrlo por la tremenda erección. Salí de la oficina, sintiendo que me temblaba todo el cuerpo por la extraordinaria excitación alcanzada.
Ese día, todas las veces que entraba a su oficina hacia la misma operación de quitarme el vestido para quedar desnuda ante él, que con presteza me chupaba, besaba y lamía las nalgas y mi culito, mis pechos, mi vulva, en fin, lo que se pusiera a su alcance, haciendo amagos de quererme coger y yo a él le mamaba la vergota, lamía y besaba sus adorables huevotes, es decir nos prodigábamos en el goce oral. Estos juegos, que nos enardecían, los repetimos no menos de seis veces durante el día, creo que me la pasé mas tiempo desnuda que con el vestido puesto.
Se acercaba la hora de salida, sería mi última entrada en el día. De hecho, entré sin motivo, el único fin sería buscar su eyaculación en mi boca para saborear y tragar la mayor cantidad de semen que me fuera posible. Como lo había estado haciendo durante la mañana, al entrar me quité el vestido y él se sacó su monumental vergota procediendo a hacernos el sexo oral, me subió al escritorio y allí, besó y lamió cada centímetro de mi ardiente cuerpecito en especial mis zonas más erógenas. Incluso después nos tiramos sobre la alfombra e hicimos el 69 montándome sobre él, y no pudimos resistir el deseo de coger aunque originalmente, según mi plan sólo sería sexo oral. Luego me puso apoyada contra el escritorio y me penetró por la vagina bombeando innumerables veces mientras me frotaba el clítoris y los pezones, llevándome a dos sensacionales orgasmos con esa estupenda verga. Por fin me indicó que estaba a punto de irse, entonces le pedí que aguantara. Poniéndome en cuclillas frente a él, metí entre mis labios su estupenda macana, y con ambas manos comencé a darle con todo lo que sabía. Al cabo de dos o tres minutos, un chorrito de líquido en mi lengua me indicó que tras él venia la gran y esperada descarga. Aceleré la succión en la deliciosa cabeza de su soberbia verga, así como las caricias en sus hermosos huevos.
Como lo esperaba, en fracción de segundos, mi campanilla recibió un leve golpe del primer chorro de esperma que lanzaba su descomunal pene, mi boca se llenó de jugo tibio y sin tener tiempo de saborearlo, lo tragué ya que el segundo chorro ya mas largo, vino enseguida, y los estremecimientos de su cuerpo, totalmente sin control, me brindaron subsecuentes descargas de leche que llenaban constantemente mi boca. No sé cuantas veces lo repitió y yo lo tragué, sin saborear, sólo en las últimas porciones menos intensas ya tuve oportunidad de degustar como quería su néctar. Frotando mi lengua contra el paladar, seguí chupando su ricura hasta sacarle la última gota de leche sin desperdiciar ni un mililitro de tan exquisito líquido, excepto por alguna pequeña porción que escurría por la comisura de mis labios y que recogí con la lengua una vez que saqué su virilidad de entre mis labios y aún con mi lengua llena le lamí sus apetitosos huevotes, ahora vacíos de su sabrosa crema viril.
Nunca antes había bebido tanto semen en una sola mamada, era inevitable la comparación con la leche de mi esposo, se me figuraba que el de mi marido era más sabroso, pero el de mi amante jefe era muchísimo más abundante y por eso mas agradable a mi paladar. Me gustó la abundancia y pensé que a partir de ese día mi alimentación diaria, debería contemplar por lo menos una ración de esa rica leche.
Esta condición de ser la amante de mi jefe ya tiene aproximadamente 8 meses, en los cuales se ha hecho común que ande sin pantaletas en la oficina. Al salir de mi casa llevo ropa interior pero cuando llega mi jefe se encarga de quitármela, guardándola en algún cajón de su escritorio o bien en los bolsillos de su vestón o pantalón y así permanezco durante todo el turno laboral. Una o dos veces por semana llevo ropa adecuada para poder quitármela y ponérmela rápidamente y cada vez que entro a su oficina, quedo totalmente desnudita solo conservando puestos los tacones altos.
No sé cuanto podrá durar esta excitante experiencia, pero disfrutaré mientras pueda de las maravillosas sesiones que recibo con el suculento vergón de mi jefe y amante.
FIN
(Ver mas fotos de este final...)
1 comentario:
Que secretaria compadre!!!!
Te felicito por ser tan atrevida en esa situacón con tu jefe.
Si te deja sin trabajo llámame y serás mi secretaria.
Cariños
Tu futuro jefe
jejejejeje
grgrggrgr!!!!
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