viernes, septiembre 09, 2005

El jardín de las delicias (Cap. VII)


“Te he despertado, ¿no?”, dijo Camilo, girándose hacia Sofía.
“No, no... tenía sed...perdona por haber curioseado sin permiso...”.
“No te preocupes... Yo tampoco podía dormir... y siempre me refugio en este rincón preferido”.
“Es muy bonito...”. Sofía se detuvo frente al piano y acarició la superficie oscura y satinada. “Nunca hubiera imaginado que tocabas...”
“No, no lo hago. No entiendo nada de música, pero me relaja subir aquí y sentir cada sonido... se pueden apreciar diferentes sentimientos y estados de ánimo dependiendo de cada tecla que toques... ¿lo has probado alguna vez?”...
“Nunca...”
“Ven, acércate… siéntate aquí...”
Se levantó y cedió su lugar a Sofía. Ella se sentó despacio y dejó sus manos reposando sobre su regazo, a la espera de que Camilo le diera más instrucciones. Pero en lugar de hacerlo de viva voz, él , situado a su espalda, se agachó y acercó a ella, poniendo su cara entre el hombro derecho y el rostro de Sofía, casi susurrándole al oído, mientras sus manos levantaban las de ella y las posaba con suma delicadeza sobre el teclado.
Sofía no pudo sino cerrar sus ojos y sentir la cercanía de aquel hombre, su respiración, la calidez de su piel junto a ella. Apretó ligeramente sus labios mientras, por un instante, notaba que su cuerpo se aflojaba. Se sentía flotar, y cada sensación era más intensa, cada sonido más profundo, cada roce más y más placentero. Recordó el momento anterior, en el pasillo.
Un hombre tras ella, solos... Aquello era una fantasía.
Lo de ahora era real... Notó como cada vez estaba más excitada, sobre todo al sentir el pecho de Camilo sobre su espalda cuando él se aproximaba, rozando sus hombros y sus brazos.
Y, sin darse cuenta, con un leve gemido, casi un ronroneo, exteriorizó lo que su cuerpo sentía en esos momentos. Giró la cabeza, miró hacia atrás... él se mantenía pegado a ella, al tiempo que apoyaba su mano en la de Sofía, aún sobre el piano, y ascendía lentamente por su brazo, levantando ligeramente la tela que lo cubría, para seguir por encima de ella hasta llegar a su hombro, apartarle el cabello que cubría su cuello e inclinar sus labios sobre su nuca, y besarla muy tenuemente, como un ligero roce solamente, pero actuando como chispa sobre hierba seca….

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