
-“Tómame, tómame amor mío” le susurraba ella.Después de un rato la recostó de espaldas sobre el suelo y de rodillas, manteniendo la cadera entre sus piernas haciendo que las mantuviera en alto, la siguió invadiendo. El ritmo aumenta acompasando el frenético bailar de los senos de ella, pequeños, suaves y deliciosos. Quiere comerla, quiere chupar sus pezones pero no puede. Así, con la espalda y la cabeza en el suelo, las caderas y las piernas en alto, ella suplicaba con voz entrecortada:-“Hazme lo que quieras, por favor, lo que quieras”
El interpretó la súplica como una concesión, sacó el miembro del cálido y húmedo interior y arroja sus efluvios candentes sobre su torso, lo que ella recibió con un orgasmo que se prolongó todo el tiempo que el líquido demoraba en esparcirse por su piel. Se produjo el silencio. Jadeaban, y con la visión celestial de la aureola que la envolvía, el hombre la volteó boca abajo con decisión. Llenando la mano con su propia saliva, untó el interior del delicado y hermoso trasero de la mujer. Masajeaba a veces fuerte, a veces suave, hasta que al rato introdujo ligeramente un dedo en su interior. Al escuchar los quejidos de la primera vez, él amenazaba con explotar de excitación. –“¡¡No aprietes, relájate!!” ordenó con agresividad inusitada mientras movía el dedo incesantemente hacía dentro y hacía fuera, con indudable sabiduría. Cómo por instinto emitía ciertos sonidos guturales agarrando y mordiendo impaciente sus nalgas con fuerza. Querría comérselas y se apasiona relamiéndolas y mordiéndolas ligeramente. Abrió al máximo las piernas de ella y, fuertemente excitado por el olor que desprendía su sexo y la sensación de poder que parecía superarle, introdujo su lubricado miembro y la penetró con cuidado y suavidad pero a la vez con firmeza y decisión, sabiendo que estando allí, no podía fallar. Lentamente la forzaba, aunque realmente sin recibir resistencia alguna. El quejido se convirtió en un gemido de ansiedad y éste, al final, de nuevo en quejido, como un pequeño reclamo pero a la vez petición. El pubis del hombre apretaba fuertemente contra los muslos de ella y la tiraba de su melena. Cuanto más parecía resistir ella, mas tiraba él y empujaba a la vez con denuedo. Después, mas velozmente, retrocedía hasta casi volver a sacar el miembro para de nuevo entrar poco a poco. No pasó demasiado tiempo cuando, en contra de lo que ella había pensado siempre, se asombró ante el profundo placer que empezó a abrirse paso entre sus sensaciones.
El interpretó la súplica como una concesión, sacó el miembro del cálido y húmedo interior y arroja sus efluvios candentes sobre su torso, lo que ella recibió con un orgasmo que se prolongó todo el tiempo que el líquido demoraba en esparcirse por su piel. Se produjo el silencio. Jadeaban, y con la visión celestial de la aureola que la envolvía, el hombre la volteó boca abajo con decisión. Llenando la mano con su propia saliva, untó el interior del delicado y hermoso trasero de la mujer. Masajeaba a veces fuerte, a veces suave, hasta que al rato introdujo ligeramente un dedo en su interior. Al escuchar los quejidos de la primera vez, él amenazaba con explotar de excitación. –“¡¡No aprietes, relájate!!” ordenó con agresividad inusitada mientras movía el dedo incesantemente hacía dentro y hacía fuera, con indudable sabiduría. Cómo por instinto emitía ciertos sonidos guturales agarrando y mordiendo impaciente sus nalgas con fuerza. Querría comérselas y se apasiona relamiéndolas y mordiéndolas ligeramente. Abrió al máximo las piernas de ella y, fuertemente excitado por el olor que desprendía su sexo y la sensación de poder que parecía superarle, introdujo su lubricado miembro y la penetró con cuidado y suavidad pero a la vez con firmeza y decisión, sabiendo que estando allí, no podía fallar. Lentamente la forzaba, aunque realmente sin recibir resistencia alguna. El quejido se convirtió en un gemido de ansiedad y éste, al final, de nuevo en quejido, como un pequeño reclamo pero a la vez petición. El pubis del hombre apretaba fuertemente contra los muslos de ella y la tiraba de su melena. Cuanto más parecía resistir ella, mas tiraba él y empujaba a la vez con denuedo. Después, mas velozmente, retrocedía hasta casi volver a sacar el miembro para de nuevo entrar poco a poco. No pasó demasiado tiempo cuando, en contra de lo que ella había pensado siempre, se asombró ante el profundo placer que empezó a abrirse paso entre sus sensaciones.
1 comentario:
Superaste mis espectativas,esto es el cielo y la tierra.
Cuanto mas leo,mas quiero saber como se puede llegar a sentir de esa forma.
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