viernes, febrero 17, 2006

La ley ante todo (Cap. II)



El corte de su falda, que me mostraba casi un muslo completo enfundado en medias negras de ligas elásticas, la turgencia de sus pechos y los pezones, que ahora sí eran reales, y la mirada libidinosa que me dirigía, ya hacían efecto en mí. Entre mis piernas se levantaba también, advirtiéndose en mi pantalón, mi miembro.
-y tú, Camilo, se nota que también tienes algo apretado allí- me dijo indicando mi levantamiento- no lo vas a soltar...?
Todo reventó. Las copas cayeron a la alfombra. Sus manos me soltaron el cinturón y pronto, mi verga estuvo entre sus manos. Las mías levantaron su sweater y desabrocharon prestamente su sostén, surcando raudamente hacia delante para acariciar sus pechos tan deseados. Mis manos se solazaron en su par de senos de tamaño preciso, y mis dedos recalaron en sus pezones de dureza perfecta. Besé sus pezones duros con pasión. ¡Qué hembra tenía allí amigos míos!
Ella me levantó como una pluma y me tendió sobre su regazo. Tenía su falda levantada hasta la cintura. Y allí estaba yo, entre los brazos de la hembra, como un bebé chupando los pechos mas deliciosos que había conocido, mientras ella no hacía menos, sorbiendo y lamiendo el biberón que se debatía entre sus manos. El tratamiento de su boca experta fue brutal y pronto lancé mis jugos, los que Katty bebió con fruición. Y luego esparció en su rostro los restos de mi leche, mientras cerraba sus ojos. Luego metió mi alterada verga entre sus pechos, y los sometió al más cadencioso baile, con mi disminuida mole, subiendo y bajando. Sin embargo, con el ritmo, pronto sentí como mi bailarín comenzaba a imponer su presencia entre los pechos, asomando su cabezota brillante. La boquita de Katty lo saludó con un suave mordisqueo que casi me revienta otra vez. Decidí cambiar el esquema, y me levanté, colocándome entre sus piernas, y comenzamos a besarnos con ardiente impaciencia. La llevé hacia mi escritorio y la tendí encima. (Continuará...)

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