
El corte de su falda, que me mostraba casi un muslo completo enfundado en medias negras de ligas elásticas, la turgencia de sus pechos y los pezones, que ahora sí eran reales, y la mirada libidinosa que me dirigía, ya hacían efecto en mí. Entre mis piernas se levantaba también, advirtiéndose en mi pantalón, mi miembro.
-y tú, Camilo, se nota que también tienes algo apretado allí- me dijo indicando mi levantamiento- no lo vas a soltar...?
Todo reventó. Las copas cayeron a la alfombra. Sus manos me soltaron el cinturón y pronto, mi verga estuvo entre sus manos. Las mías levantaron su sweater y desabrocharon prestamente su sostén, surcando raudamente hacia delante para acariciar sus pechos tan deseados. Mis manos se solazaron en su par de senos de tamaño preciso, y mis dedos recalaron en sus pezones de dureza perfecta. Besé sus pezones duros con pasión. ¡Qué hembra tenía allí amigos míos!
Ella me levantó como una pluma y me tendió sobre su regazo. Tenía su falda levantada hasta la cintura. Y allí estaba yo, entre los brazos de la hembra, como un bebé chupando los pechos mas deliciosos que había conocido, mientras ella no hacía menos, sorbiendo y lamiendo el biberón que se debatía entre sus manos. El tratamiento de su boca experta fue brutal y pronto lancé mis jugos, los que Katty bebió con fruición. Y luego esparció en su rostro los restos de mi leche, mientras cerraba sus ojos. Luego metió mi alterada verga entre sus pechos, y los sometió al más cadencioso baile, con mi disminuida mole, subiendo y bajando. Sin embargo, con el ritmo, pronto sentí como mi bailarín comenzaba a imponer su presencia entre los pechos, asomando su cabezota brillante. La boquita de Katty lo saludó con un suave mordisqueo que casi me revienta otra vez. Decidí cambiar el esquema, y me levanté, colocándome entre sus piernas, y comenzamos a besarnos con ardiente impaciencia. La llevé hacia mi escritorio y la tendí encima. (Continuará...)
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