Asignatura pendiente

Las vacaciones de verano concluyen y la universidad volvía al estudio.
Como siempre, sin premeditación y obviamente llegando tarde a clase, una presurosa Andrea dobla la esquina del edificio que conduce al aula Nº25, y producto de la prisa y de la escasa diligencia, choca fuertemente con un hombre que también raudamente, caminaba en dirección opuesta. Ambos llevaban un montón de libros y apuntes, los que saltaron por el aire, en un desorden dramático. Andrea se disculpa apresuradamente, y atolondradamente le ayuda a recoger parte de sus cosas, tratando de ocultar su ruborizado rostro, que sentía latir de azoramiento. En unos segundos, y con una sonrisa lo más tierna que le fue posible brindar, se levantó y se fue corriendo a su clase de lenguaje, mientras el hombre quedó ordenando sus papeles.
Andrea se instaló en un asiento disponible en primera fila, uno de los muchos que siempre están vacíos al comienzo de las clases. El profesor entró a la sala.
-Buenos días, disculpen el atraso, pero tuve un pequeño accidente, dijo, mirando fijamente a los ojos de la alumna de la primera fila: Andrea sintió como si su cuerpo se hiciera un ovillo y se enrollarara sobre si misma, hasta empequeñecerse y desparecer. Eso y hundirse en su asiento eran sus únicas posibilidades. El profesor de lenguaje era la víctima reciente de su apuro… ella sintió que su rostro se convertía en un tomate…
Al concluir la clase, que a Andrea le pareció una eternidad, se acercó el profesor diciéndole:
-señorita Morales, ese es su apellido, no? Ella le respondió afirmativamente con un movimiento de cabeza.
-Se puede quedar un momento más por favor? Aunque sonó más a obligación que a una petición.
-Claro, respondió la joven.
Después que salieron todas las personas le indicó un asiento y muy serio le dijo:
-No me gusta llegar tarde a ninguna clase, es más, nunca he llegado tarde; hasta hoy! Quiero que lo sepa muy claramente, que no aguantaré este tipo de actitudes ni dentro ni fuera de clases... Ha entendido?!!
-Creo profesor que ya me disculpé, no se por qué me dice todo esto, si es por hacerme sentir mal, pues la verdad ya lo logró, ahora si su objetivo era darme una lección hay mejores formas…
-Me está dando clases señorita?
-Para nada profesor; le contestó ya un poco molesta por esa actitud tan arrogante.
-Eso era todo? Preguntó ella desprovista de toda cortesía.
-Esto es el comienzo, señorita Morales, repuso él, sin abandonar su tono autoritario.
- No profesor, señora Morales, le aclaró ella fríamente, levantándose del asiento y saliendo rápidamente de la sala.
-Qué interesante mujer, sin duda es valiente para atreverse a contestar aún sabiendo que le podría repercutir en sus estudios; demostró ese mal carácter, que al parecer lo guarda con mucho recelo. Fui yo o la situación que la puso de esa forma?. Ummm, tengo suficiente tiempo para averiguarlo..... pensó el profesor, acuciado por una incipiente curiosidad.
-Quien se cree que es para decirme semejante tontera, acaso nunca ha llegado tarde a nada; seguro que sí, pero no lo va a decir, para no quedar mal. Es mejor que no me atraviese en su camino, se nota que es un bastardo altanero, y en una de esas me perjudica en la carrera que quiero sacar adelante. La próxima vez que me tope con él trataré de ser una sombra..........y estoy segura que no habrá una segunda vez... Estas ideas aguijoneaban la mente de Andrea, que estaba realmente molesta.
Pasaron las semanas sin ningún hecho desagradable, todo en completa tranquilidad, sin que otros conflictos empañaran el horizonte de la joven. En las clases, las miradas de ambos parecían no querer juntarse o coincidir. El ignorarse era mutuo. Solamente para un ojo avizor y enterado del incidente inicial, tal vez ese desvío intencionado de las miradas era más que una mera coincidencia…

(Continuará)