viernes, septiembre 02, 2005

El jardín de las delicias (Cap. III)


En apenas media hora de camino, esquematizaron cada uno su pasado y esbozaron su futuro, al menos lo que esperaban de él. Y cada vez se sentían más y más cómodos. Los minutos, aunque pasaban rápidamente, a Sofía ya no le importaban... a él, obviamente, no le habían preocupado en ningún momento.
“Tendré que buscar una buena excusa para justificar mi tardanza...”, dijo Sofía. En ese momento, empezó a llover débilmente.
“¡Pues me parece que como no nos demos prisa tu excusa será tan real como un buen resfriado... jajaja ...!”. Y empezaron a correr al tiempo que arreciaba la lluvia, intentando refugiarse en las marquesinas de edificios que apenas les cubrían a ambos... Se reían, corrían, se culpaban uno al otro, bromeando, de la situación. Dos adolescentes disfrazados de adultos...
Cuando la intensidad de la lluvia menguó, él le propuso ir a su casa, apenas a dos manzanas de donde se encontraban... (“Nos sentará bien un café caliente y algo de ropa seca, ¿no?” ). Sofía estaba empapada, con los pies cansados de correr sobre zapatos de tacón... Aceptó. Quiso convencerse de que serían solo unos minutos: el café, secarse un poco y deshacerse de la humedad de su cuerpo... Sí, aceptó.
La casa era realmente bonita. Aparentemente seria, con muebles oscuros y telas claras, las paredes ponían un punto de color en tonos rojizos, cálidos, que al fundirse con luz tenue creaban un ambiente muy acogedor.
“Te daré algunas toallas para que puedas secarte un poco... estás empapada”... Sí, lo estaba. Podía sentir el agua caer de la cabeza a los pies, deslizarse por su pelo y caer sobre su ropa... Mientras ella pasó al baño, él se quitó el sweater. Sofía pudo ver de pasada su piel, y no pudo evitar quedarse parada junto a la puerta, mirándolo. Sonrió ligeramente... “Vaya”... pensó. Él era atractivo, no arrebatadoramente guapo, pero sí le parecía increíblemente excitante y muy sensual. Y estaban juntos, y solos, en casa de él... Mmmm... no podía seguir pensando en eso, no podía...
Sofía se miró en el inmenso espejo del baño. Estaba empapada y un poco cansada, pero aparecía increíblemente hermosa, radiante. Sus mejillas estaban sonrosadas, al igual que sus labios. Sus ojos brillaban y su boca dibujaba una sonrisa entre traviesa y relajada. Sus pechos se marcaban a través de la fina tela del vestido color rojo que llevaba puesto. Culpa del frío, la excitación del momento... culpa de... ¿él?... Se quitó los zapatos y los dejó en el suelo. Luego, se quitó el vestido y se cubrió con una toalla enorme y suave, mientras secaba sus piernas, sus hombros, su pelo... Canturreaba una canción, aquella favorita de M. A. Jiménez que le gustaba tanto. Se recreaba sintiendo la suavidad sobre su piel... Sólo un toque en la puerta le hizo volver a la realidad. Camilo le ofrecía un pijama con el que pudiera vestirse mientras su ropa se secaba un poco. Un pijama suyo que le quedaría algo grande, pero con el que se sentiría más cómoda que con una simple toalla, por grande que fuera, rodeando su cuerpo.
Al salir, él ya estaba en el salón, sentado tranquilamente, curioseando una revista dominical. Ella sonrió porque imaginó el aspecto tan curioso que tendría, pero él asintió aprobando su aspecto.
“Mucho mejor, ¿no?”...le preguntó Camilo. “Seca al menos”, comentó ella... “¿Qué lees?”. “Nada... bueno... ¿sabías que la cara que se pone justo después de estornudar y la sensación que deja es muy similar a lo que se siente tras el orgasmo?”...
ja ja ja ja ja... rió ella “¿Lo dices en serio?”....no podía creer lo que oía... “En serio, lo pone aquí, y es una revista muy seria... ¿no? ja ja ja ja ja ”.
Eran las dos de la mañana, y al verse en pijama y seca, lo que menos le apetecía era regresar a casa. Pero tenía que hacerlo... “No, no tienes por qué hacerlo... mira, yo te dejo mi cama, quédate. Yo duermo en este maravilloso sofá cama que aún no he estrenado. No pasará nada, prometido.” Mmmmm....
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué aceptaba? Él era un extraño, ¿a qué venía tanta confianza en tan poco tiempo?... Era una mujer adulta y eso no entraba dentro de lo que se podía llamar “comportamiento responsable”... Pero... ¿cómo resistirse? Lo prohibido excita los sentidos y no deja pensar con claridad... o quizás estimula la lucidez hasta tal punto que, bajo esa sensación, se liberan pasiones y se hace lo que realmente se desea...

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