miércoles, noviembre 02, 2005

Otra vez, tres (Cap. I, Sigue la búsqueda de Susana)


Mi marido y yo, el sábado pasado, en otras de nuestras salidas de juerga sexual, habíamos acudido a uno de los locales de encuentros que conocemos. Carlos me había comprado un traje, que estrenaba ese día. El traje era un minivestido de malla, todo él negro y transparente, con los hombros desnudos y muy corto, justo apenas por debajo de las nalgas. Para ir más sexy y atractiva, debajo del vestido no me había puesto nada más que una pequeñísima tanga negra semitransparente y con minúsculas florcitas, que sólo tapaba el triángulo de mi pubis, que llevaba bien recortado.
Cuando entramos en el local y me quité la chaqueta que llevaba, todas las miradas de los hombres se dirigieron a mí y a mi cuerpo, bien visible con el traje que llevaba.
Cuando nos sentamos con nuestras copas, hubo varios hombres que me hicieron señas, a espaldas de mi marido, por si quería contactar con ellos. Luego de un rato de estar bebiendo y charlando así como acariciándonos con desenfado, aprovechando la oscuridad cómplice del lugar, pronto estuvimos acalorados, como siempre nos pasa en estas juergas. Estos jueguitos últimamente me encienden, y una vez que siento esa humedad exquisita en mi concha, resulta difícil que me detenga. Así que, nos levantamos y nos fuimos a la pista de baile, a movernos en medio de la penumbra y flashes de las luces parpadeantes y el ruido ensordecedor de la música.
En cuanto comenzamos a bailar, me di cuenta que mi marido estaba tan caliente como yo, y no me extrañó cuando me colocó el traje por la cintura, bajándome la parte de arriba y subiéndome la de abajo. Así, con sólo la tanga, estuvimos bailando un rato y acariciándonos. Carlos me acariciaba y besaba los pechos y me acariciaba el coño, que se me empezó a poner mas caliente aún y no sólo húmedo, mis jugos apenas se contenían en la tanga, que ya estaba empapada. Cuando me metió sus dedos dentro, bañándolo en mi concha, no pude retenerme y le saqué la polla del pantalón, acariciándola y restregándola por mi coño. Además de las manos de mi marido hubo varias otras que me tocaron mis nalgas desnudas, manera en que las parejas que estaban bailando a nuestro lado nos indicaban que querían hacer intercambio con nosotros. Cada vez que sentía una mano acariciar mis nalgas miraba al autor, pero como no me gustó ninguno, seguimos bailando sin contactar con nadie. La atmósfera en el club era narcótica, las luces parpadeantes, el humo de tabaco, la música cadenciosa de los blues, todo amalgamado con el fuerte aroma de café y alcohol.
Cuando terminamos de bailar nos fuimos a recoger nuestras copas y nos dirigimos al cuarto con yacuzzi, en que comenzamos a acariciarnos. Sentir su mano metida bajo mi tanga era delicioso, solo comparable a tener su miembro en la mía. Luego nos desnudamos y nos metimos en el agua, donde estuvimos un rato con nuevas y ardientes caricias. Allí Carlos me la clavó por primera vez en la noche, bueno en realidad fui yo quien se la clavó, sentándome encima de él. Después nos fuimos a la cama que había en el mismo cuarto, y nos tumbamos amándonos de manera irrefrenable.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

uffffff que bien comienza la noche... excitante!!!

Erotismo dijo...

de 3 en 3... buen ritmo