jueves, diciembre 01, 2005

Mi tía de película (Cap.IV Un reencuentro)


A partir de esa experiencia, no pude ser el mismo. Cada vez que la veía, mi mente se imaginaba de todo. La espiaba, la seguía como un bruto. Me pajeaba a cada instante. Y me mataba su aparente indiferencia. Me miraba, con sus ojos hermosos, y se daba cuenta de que me derretía. Pasaba por mi lado, y mi nariz se deleitaba con su aureola de perfume. Estaba enamorado. Y mi deseo se mantuvo vivo, pensando en su próxima visita y devorando la única fotografía que ella muy audazmente me había regalado. El tiempo pasaba y no venía. Discurrí un plan: debía yo ir de visita. Planeé un viaje a su casa, justificándolo con una excusa barata, pero efectiva. Mis padres me dieron permiso, así que partí. Previamente mi madre le había avisado, de manera que me estaban esperando.
Ella estaba sensacional. Parecía más juvenil que nunca. Su madurez le sentaba de maravillas. Viajamos en el coche de mi tío, charlando todo el camino. Yo iba en el asiento trasero, y aferraba mi verga, que ya estaba erecta, soñando en que pronto serían las manos de mi tía, las que lo acariciarían. Cuando llegamos, ella me acompañó a mi cuarto de alojado. Apenas entramos, cerré la puerta y me abalancé sobre ella. Estaba desesperado. Ella se mostró un poco abrumada, y trató de evitar tanta efusividad.
-Espera, niño, me dijo, que pasa?, tanta desesperación, sobrino…, cuidado. Pero yo no escuchaba, mis manos la abrazaban y trataban de acariciar sus pechos, sus muslos, en fin, trataba de tocar todo su cuerpo, tanto tiempo alejado de mi.
-Para, para, me dijo, no seas tan impulsivo, vamos con calma, mi niño. Y me dió un beso largo, tan dulce y tibio, en que su lengua me acarició profundamente. Ese beso lo sentí hasta la punta de mi verga enhiesta. Me empujó sobre la cama, y se arrodilló, procediendo a bajar el cierre de mis jeans, y soltar mi pene, que quedó alzado, latiendo, apuntándola. Sus manos lo cogieron y comenzó a sobarlo con tanta sabiduría que me paralizó. Luego sus labios lo besaron. Enseguida se abrieron y lo absorbieron. Su boca era virtuosa. Mi verga entraba hasta lo más íntimo de su garganta. No fueron más de dos minutos y sentí que explotaban mis testículos. Su boca no soltó mi herramienta, tragando cada gota de mi leche. Me dejó seco en un instante.
-Báñate y luego bajas a comer, sobrinito. Me dijo, sonriéndome de manera maravillosa.
La mesa estaba dispuesta de muy buen gusto. Como todo lo que ella hacía. Nos sentamos. Yo al lado de ella, y mi tío, en la cabecera, como jefe. No me podía concentrar en la conversación que mi tío entablaba. Contestaba con monosílabos. Sentir los muslos de mi tía, tan cercanos a los míos me había puesto a mil otra vez. La calentura que padecía no tenía merma. Quería terminar la cena luego y seguir con el sexo. Yo la acompaño, tía, le dije al terminar de comer. Y me apresuré a ayudarla a llevar los trastos a la cocina. Allí, nuevamente, mientras ella acomodaba la loza en el lava vajilla, no pude estar tranquilo. No podía estar quieto, frente a su cuerpo hermoso. Su vestido le quedaba de maravillas y dibujaba su silueta redonda. Mis manos la acariciaron.
-Niño, no puedes estar un rato tranquilo, me dijo, sonriendo. Caramba con esta juventud. Vamos, mi niño. Quédate tranquilo un rato, pórtese bien y luego le daré su postre. Esa promesa me calmó. Así que volví a la sala y vi un poco de televisión.
-Cariño, le dijo mi tía a su marido: vaya a acostarse, que debe estar cansado. Yo voy a regar el jardín y subo luego.
-Si, mi amor, voy a descansar, no te demores. Y tu campeón, ¿no estás cansado?, me dijo.
-Si, tío, voy a estar un rato más y me voy a acostar. Apenas sentí que mi tío desapareció por la escala, salí al jardín. La noche era fresca y muy a agradable. Allí estaba mi tía, preparando la manguera para regar. Me acerqué, ya mucho más calmado.
-Tía linda, ¿sabes que te eché mucho de menos?, le dije. Por eso es que hice lo que hice. ¿Me perdonas?
- Bueno, te perdono, pero debes controlarte un poco, pues si quieres que juguemos, debemos hacerlo como personas grandes. No cometer locuras, me respondió. Ven, acércate.
Cuando estuve a su lado, me tomó la mano y la metió debajo de su vestido. Estaba desnuda, sin calzones, de manera que inmediatamente pude acariciar su sexo cuidadosamente depilado. Su rajita estaba húmeda y tibia. Mis dedos se deslizaron por su vagina, haciendo que suspirara.
-Mi niño, no sabes lo que me gusta este juego, me dijo. No te detengas, mastúrbame. Me metí debajo de su falda, y allí entre sus piernas, comencé a jugar con mi lengua en su sexo. Si, méteme tu lengua. Asssssiiii, síííí. Susurraba. Pronto comencé a sentir un abundante fluir de jugo, que bebí con ansias. Estaba llegando a un orgasmo intenso, y mi verga también. Ambos nos fuimos en el jardín, derramando mi leche a borbotones. Salí de mi refugio. Y ella comenzó a tirarme agua con la manguera, corrí por el jardín mientras ella me perseguía mojándome. Ambos reíamos como niños. Felices.
-Anda a acostarte, niño, me decía. Y le hice caso, no sin besarnos apasionadamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin duda el juego es emocionante para los dos, me gusta mucho pues me siento plenamente identificada con la historia, y me hace recordar momentos ......
chauuuuuu....